Es imposible prepararse adecuadamente para salir ileso después de un show de Divididos. Aún con el recuerdo fresco del increíble concierto de fines de abril de 2003, ya sabíamos que “la aplanadora del Rock” es cosa seria en lo que respecta a impactar con gusto nuestros sentidos. ¿No nuestros oídos? No sólo nuestros oídos. El trío de Rock más trascendente de la Argentina en estos días (y de siempre, en realidad) te atrapa en más de un nivel, exigiendo el uso de varios de nuestros sentidos.
La velada partió casi puntual: a las 9 y cuarto subió la primera banda de apertura, Triciclo. El trío logró en media hora, y con canciones temáticas-protesta que abarcaban desde el conflicto de los estudiantes hasta los reclamos contra Bush, el trío se lució en calidad interpretativa, con un guitarrista ocupando sólo la llama d sus dedos para los elaborados solos y un bajista que mantenía a pulso todas las sensaciones.
El segundo grupo telonero aportó una extraña dosis de nostalgia medianamente inmediata (5 años, al menos) fue la reunión de la alineación de Mandrácula de comienzos del siglo XXI. Así es. Un calvo Pancho Rojas en las siempre características voces, Miguel Pérez en el avezado bajo, Cristóbal Rojas en la precisa batería y Alejandro Silva en la virtuosa guitarra; una alineación que no veíamos en, al menos 3 años. Tocaron clásicos (“¿se acuerdan de ésta?”, preguntaba con frecuencia Pancho Rojas durante el set) como “Buenos muchachos”, “Verde claro”, “Narcopolítico” y “Mutaburrasaurus Rex”, en un apretadísimo set de un poco más de media hora, con un sonido impecable y, aunque suene extraño afirmarlo, nostálgico, de tiempos que parecieran no volver.
Con las pilas puestas (recién y nuevas).
Si los números de apertura sonaron impecables, poderosos y soberbios, lo que nos quedaba por esperar para el show de Divididos sería algo que nos volaría las cabezas; literalmente. Después de las 11 de la noche, sólo quedaba esperar el fin del día con poder. Los equipos y batería usados por los créditos locales salieron en cosa de minutos, dejando a la vista sendos equipos de guitarra (3 cajas grandes) y bajo (4 cajas), además de la batería al medio y mucho espacio disponible para moverse en el escenario del Teatro Teletón.
Y un detalle ameno para la angustiante espera: ¡las pedaleras de la guitarra necesitaban pilas, pues segundos antes se quemaron los transformadores! El equipo corrió para dejarlas funcionando y un clic amplificado por el sistema principal confirmó que ya estaba todo listo.
A las 11 y quince, sin avisos ni luces apagadas, Ricardo Mollo se asomó, con mochila al hombro y una sonrisa en el rostro, saludando al público y tomando posesión de su espacio, al igual que el emblemático hombre tras el bajo, Diego Arnedo, y el nuevo chico en la batería, Catrel Ciavarella. Ni bien están todos en sus posiciones, la maquinaria se enciende y el teatro comienza a saltar, confirmando esos rumores que andaban circulando hace un tiempo: si Divididos es “la aplanadora del Rock”, la nueva formación no hace más que defender el título y aumentar el poder a niveles exponenciales infinitos.
De hecho, la única manera de no salir disparado y de espaldas al suelo frente a semejante poder es afirmarse con todo a la reja de la primera fila. Es así de intenso desde el primer segundo, con al apertura de “Next week”, la que todo el teatro corea a más no poder. Las canciones van sucediéndose una tras otra, prácticamente sin respiro entre una y otra.
Divididos aplastan con la potencia desbordante de los riffs precisos del maestro Mollo y la firmeza de la base de Arnedo, pero ganan en sangre joven y nuevos bríos con Ciavarella, quien es capaz de destrozar la batería con la fuerza con la que toca. En una ocasión, incluso, echó abajo una pieza de su kit de batería, lo que no le impidió seguir tocando y llevándola igual. Sin duda, una sorpresa para nosotros, que no habíamos tenido la oportunidad de verlos con la nueva formación.
Por nuestros sentidos pasaron “Paraguay”, “Ay que Dios boludo”, “Alma de budín” y el ya familiar medley de “Qué tal? / La Rubia / Azulejo”, con el que recrean parte de su historia en Sumo. La entrega es absoluta por ambas partes: Mollo logrando cercanía con la gente que divisa en las primeras filas (saluda a varios de ellos en más de una ocasión) y la gente que colma el repleto teatro hacen una comunión única. Un primer cambio de guitarra marca la venida de un guiño a “Moby Dick” como intro para “Sábado”, el ahora “Paisano de Atacama” en vez de Hurlingham, y la marca registrada “¿Qué ves?”.
Un show de Divididos no es lo mismo sin el ritual de la zapatilla para “Voodoo Chile”; el afortunado, incluso, puede ver el resto del show cómodamente, entre las rejas de seguridad, con una panorámica única de un Mollo tocando con dientes y todo esa Stratocaster. A estas alturas, las afinaciones han bajado y el ambiente se torna aún más pesado con la emotividad de “El arriero” y el solo demoledoramente conmovedor de Ricardo Mollo, quien sigue la tradición de un Hendrix completamente prendidísimo (“el recuerdo para un morocho único”, como diría antes del “Voodoo Chile”). “Capo capón” inunda el lugar y el salto ahora es incluso mayor que en el comienzo. No se sienten ni diez minutos de sesión y el reloj ya va para la hora y veinte de set.
“Lote de chaos”.
¿El resto? Más ROCANROL del que nos gusta a todos: “Tomando mate en La Paz”, “Vida de topos”, “Por el aire como un tiburón” y la espectacular y (a mi gusto) sicodélica-hardrockera “Ala delta” siguieron coronando una noche de desborde emocional como muy pocas veces vemos por estos lados. Todo esto en el que me gusta llamar “lote de chaos”, cuando comienzas a despedirse con una canción tras otra. Así siguieron llegando más perlas únicas, como “El 38” y su inicio con sólo voces del respetable, la preciosa e intensa a la vez “Cielito lindo” (que funciona igual de bien tanto para la campaña de Pedro Aguirre Cerda como para nuestros días), y la poderosa “Rasputín”, donde los Divididos citan con humildad a The Beatles en el coda. La intensidad es tal, que se lleva una cuerda de la guitarra de Mollo, lo que no impide el avance de la aplanadora.
El broche de oro a la jornada lo puso “Basta fuerte”, con las líneas vocales características del siempre sólido Arnedo y la batería incendiaria de Ciavarella. Los efectos eternizan una secuencia de guitarra, lo que permite al siempre sonriente Mollo Sacar absolutamente todas las cuerdas de su Stratocaster y regalarlas a los que va viendo en la primera fila, mientras que Arnedo y Ciavarella afirman la maquinaria de fondo.
Mollo incluso se toma su tiempo para estrechar todas las manos que alcanza y entregarles un recuerdo: una uñeta. Un ritual que se repite en cada show de Divididos, pero que cada vez adquiere connotaciones propias. El remate rítmico pone fin a la jornada y a dos horas del mejor ROCANROL que podamos ver por nuestros lados.
El del Sábado fue, sin duda, un show de lujo, donde Divididos incluso se superó a sí mismo. ¿Habrá alguna otra denominación más fuerte que “aplanadora del Rock”? Después del excelente show del Teatro Teletón, necesitamos buscar otra categoría aún más monstruosa. Por mientras, el recuerdo grabado a fuego de lo percibido por nuestros sentidos nos harán revivir una y otra vez a Divididos en vivo.
A pesar de todo, salimos ilesos todos y con una sonrisa en el rostro, la misma que Mollo mostró en cada momento.
Una de las canciones que sonó el Sábado:
Divididos - Capo Capón
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Un archivo del Viernes 6 de enero de 2006:
Kicking Television: Live In Chicago.
Primero, aclaremos lo que significa un disco en vivo: un simulacro de realidad, no el hecho tal como ocurrió. Desde el principio de las grabaciones en vivo comercializadas en formato de disco, video o lo que sea, ha habido mejoras logradas por la post producción. Se eliminan todas las pausas prolongadas, los acoples incómodos, las saturaciones habituales, las caídas de milésimas de segundo de alguno que otro instrumento. Incluso, se elige qué material del intérprete pasará a la inmortalidad y qué será excluido. Por eso, no es un hecho aislado lo que ocurre con el disco del cual pueden ver la portada en esta ocasión. El material elegido, al cual me referiré en las siguientes líneas, es demasiado intenso, precioso, inmortal y delicado como para dejar pasar. Especialmente con Wilco.
Y pensar que esta banda estuvo tocando en Brasil a fines de octubre pasado! Me imagino que para esos afortunados, Wilco debió haber sido toda una sorpresa. Es que no hay nada que nos pueda preparar para una banda de la talla de Wilco. Jeff Tweedy es, lejos, uno de los compositores más iluminados de los últimos años. Basta con escuchar de principio a fin el A Ghost Is Born para encontrarnos con música preciosamente hecha, con letras fascinantes y una madurez que sólo la mente abierta y la experimentación pueden dar.
¿Qué mejor que comprobar las bondades de Wilco que un disco en vivo? Weno, pues acá lo tienen: el Kicking Television: Live In Chciago, registrado en una presentación en el Vic Theatre de esa ciudad. El show corresponde a la gira de promoción del A Ghost Is Born, y en él se pueden apreciar tres cosas a la primera escucha: a) Tweedy está arriesgándose de manera exitosa en pasajes de guitarra muy a la Neil Young; b) la banda ya está a varios pasos más adelante que esos dos grandes primeros discos de country rock impecable, el AM y el Being There; y c) la banda ha logrado devoción entre sus seguidores, capaces de asimilar y aceptar la evolución de la banda.
El material escogido de esa presentación en el Vic Theater del Second City está fuertemente cargado al A Ghost Is Born y al Yankee Hotel Foxtrot. A pesar de esto, el disco lo abre Missunderstood, una canción que abre el disco 2 de ese gran Being There, de 1996, una espectacular melodía de aquellos días donde la sencillez de una tonada apegada a las raíces era un fuerte de la banda de Tweedy; la elección es la adecuada, ya que logramos escuchar al respetable coreando las líneas de la canción. Lo que sigue nos entra de lleno en la fase actual de la banda: Company In My Back inunda nuestros oídos, seguida del cuasi himno The Late Greats, de la preciosa Hell Is Chrome y de la sicodélica Handshake Drugs, todas ellas del A Ghost Is Born, del 2004.
A continuación, un paso por el Yankee Hotel Foxtrot (que muchos consideran su obra maestra), con I´m Trying To Break Your Heart. Le sigue una vuelta por el sonido amable y precioso de Summertheeth, de 1999, con A Shot In The Arm. Una vuelta por el Wilco modelo 2004 con una de las canciones más intensas, atractivas y llenadoras que hayan grabado: At Least That´s What You Said, que acá suena gigante; le sigue Whishfull Thinking y la hermosa Jesus Etc, del Yankee Hotel, y otra más de ese disco, la espectacular I´m The Man Who Loves you, donde la voz dulce de Tweedy hace un extraño y atractivo juego con las guitarras fuertes y el vibrato que incendia, uno de mis temas favoritos de Wilco. Cierra el disco 1 la declaración de principios de la banda, y el track que le da nombre a este disco en vivo: Kicking Television, una de esas canciones con un power inusitado, notable en todos los aspectos y punto fuerte de Wilco.
EL disco 2 lo abre Via Chicago, de Wilco modelo 99, una balada sobre asesinato, una dulce ironía en sí misma. Después, llega uno de los momentos altos del registro en vivo, con Hummingbird y ese exquisito piano que inunda todo el lugar, pasando a Muzzle Of Bees de manera sublime. Todo esto como antesala al ya conocido homenaje a Woody Guthrie con One By One y Airline To Heaven, ambas de esa serie de discos Mermaid Avenue en conjunto con Bill Bragg. Radio Cure precede a Ashes Of American Flags y, para este punto, ya queda claro que los Wilco han emprendido un viaje sin retorno hacia elk crecimiento musical.
Después llegan dos pegadas del Yankee Hotel: Heavy Metal Drummer y Poor Places. Al llegar Spiders (Kidsmoke), comprobamos lo intensas y, en algunas ocasiones, mejoradas versiones que rinde Wilco para lo registrado en el A Ghost Is Born; después de escuchar esa versión, dan ganas de reinterpretar completo el increíble disco. Finalmente, cierran con broche de oro de la mano de un cover: Comment (If All Men Are Truly Brothers), de la figura del funk de los 70, Charles Whright.
Llevo escuchando este disco hace un par de meses. Esperaba con ansias el lanzamiento del DVD, pero los Wilco declinaron editarlo. A fin de cuentas, el título lo dice todo: patear la TV y disfrutar de la música.
Y vaya que se disfruta!!!
Wilco - Kicking Television (live)
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2 comentarios:
Vi la noticia del recital en la tele, y me dije a mi mismo que lo más seguro es que anduvieras por esos lados. Al parecer no me equivoqué..jajajaja.
Saludos
Parece que aún la gente no se acostumbra al blog, parece que prefieren tu flog...pero weno, ellos se lo pierden..jajajaja
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gbyd e " cs 85
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