lunes, diciembre 29, 2008

Sobre tres reyes magos, las de palo, el alma y aire puro del mar


A Valparaíso he ido muy pocas veces en mi vida. Al menos, muchísimas menos veces de las que quisiera. Tomar un bus y viajar al puerto es algo que me gustaría que fuese más cotidiano. Pero se disfruta que sea un acontecimiento de todas formas. Una manera de airearse, de limpiar los pulmones de todo este smog capitalino, de salir del encierro caluroso de la cuenca en la que vivimos. De comer mirando al mar. De caminar con más luz solar porque no tienes un cerro que te tape la puesta de sol. De encontrarte con un lugar tan cargado de música que te conmueve siempre.

Y este año tuve la oportunidad, la bellísima oportunidad, de ir a Valparaíso dos días seguidos. Separados por viaje nocturno (la pega llama y hay que atenderla), pero dos maravillosas jornadas llenas de música, paseos, lujos, gustos y vivir al máximo el momento en el que se está. Caminado de la mano, disfrutando de la vida misma. Bebiendo. Viendo músicos entregados. Conociendo gente.

Siempre tuve ganas de ir al Rockódromo alguna vez. Por lo que sabía de Pierato, era un festival la raja en un ambiente distinto, con gente prendida all the rato. Un variopiiiinto de bandas y estilos, sin duda una instancia para aprender. Y lo es. Pero nada nos preparó para la maravilla de lo que nos tocaría ver en tan sólo un instante, y lo afortunados que fuimos de estar en el lugar preciso, en el momento en que teníamos que estar.

Un cabro tímido canta y toca fuerte...


Con la puesta de sol, vemos a Chinoy, al mismo al que habíamos saludado en la plaza el día anterior, con su guitarra de 12 cuerdas, la guitarra que se quería comprar de siempre, ahí tratando de tocar. La vemos y le decimos lo mucho que nos gusta su tocarra. Yo la miro y estoy maravillado y le confieso que también tengo una de 12 cuerdas, pero que no es ni la mitad de linda que la de él. Casi sin pedírselo, comienza a cantar una canción.

Dos hermanos del alma...


Chinoy tiene un magnetismo como he visto muy poco en la vida. Una sencillez tremenda, una pinta de pasado punky pero purificado con el folk, el folk crudo, ese que te saca sangre de los dedos por tocar muy fuerte y entregarte en ello. Con esa energía, cantaba Chinoy para nosotros, los que estábamos en esa zona privilegiada en el muelle Barón. Y la gente empieza a enganchar.

La témpera...


Mientras adentro la tensión se corta con un cuchillo y los de al lado no pescan a nada ni nadie, la música de esa voz frágil y esa guitarra de 12 cuerdas lo absorbe todo. Ni nos damos cuenta y llega Manuel García, otro de los que decidió tomar la guitarra de palo y encontrarse a sí mismo. Y, de paso, a todos nosotros. Saca su guitarra y se le suma a Chinoy. Le hace armonías y su tocarra de palo va a la par con las 12 cuerdas de su discípulo compañero. Es un lujo verlos ahí, compartiendo relajadamente.

El joven vikingo...


Pero faltaba algo. Un cabro muy joven, con pinta de cabro vikingo, se acerca. Es Nano Stern, el cabro que de verdad viajó por la música, no por un capricho. Estaba tocando en otro lado, pero el magnetismo de los hermanos del alma lo atrajo. Porque él es uno de ellos también. Y, naturalmente, se suma al cuadro. Hacen armonías de tres voces. Se ponen de acuerdo con las partes. Comparten. Comulgan.

De inmediato, las fotos. El cuadro que se formaba era precioso, maravilloso. La música fluía y se reflejaba en el lente. Y esta que ven acá es una de ellas. Nótese el sello propio de cada uno de ellos. Y algo que no se ve en la foto: los distintos zapatos. El hermano mayor García con unos firmes bototos; el nómade Stern con mocasines; y Chinoy con unas Converse que tú notaste de inmediato, niña. Wow! Esos detalles dicen mucho de la personalidad de quienes los usan, ¿cierto? Los tres reyes magos con guitarras de palo y la sencillez del alma como su principal arma. Nada de egos alimentados por el onderismo habitual. Nada de arrogancias a pito de nada. Sólo gente comunicándose de la manera más pura y elemental posible, como siempre debió ser.

Yo quiero eso para mí. Tener esa paz que vi en los ojos de estos tres reyes magos. Nada de guitar hero bullshit ni tensiones absurdas por discusiones con gente que, simplemente, no sintoniza conmigo. Hay mucho cariño alrededor. Mucha vibra que alimenta el espíritu. Y me estoy dando cuenta de eso. Teniendo mis guitarra de palo cerca es cuando lo estoy empezando a comprender como debiera ser. Y tú me estás ayudando en el proceso, doling.

Sólo dejar que el alma hable. Relajarse. Respirar. Escribir. Tocar. Crear. Intentar crear. Amar. Querer. Adorar. Sentir. Vivir.

Eso vi al ver a los tres reyes magos compartir, interactuar y comunicar. No cuesta nada en este mundo abrazar la paz interior. No cuesta nada intentarlo.

Ahora, a disfrutar enero a concho. Se vienen cosas grandes.

martes, diciembre 09, 2008

Imagine


El otro día hablábamos sobre el uso de la palabra “aniversario”. Y yo, porfiadamente, insistía en que se ocupaba más para celebrar que para recordar. Np me cabía en la cabeza un aniversario de un hecho trágico, pero sí la celebración de una fecha bonita y maravillosa.

Craso error. Aniversario corre para CUALQUIER evento que se precie de tal y, cuando cae, se le recuerda. ¿Por qué me asaltó una duda así en estos días? Por algo bien sencillo: hace un rato en Radio Futuro, pasaremos este gran disco del cual ya ven la portada. Imagine, de John Lennon, quien murió en un día como ayer, hace 28 años, víctima de 5 tiros por la espalda propinados por el tristemente célebre Mark David Chapman. El aniversario de esa tragedia es hoy. E, inocentemente, podríamos pensar que es feriado por eso.

Pero weno. Yo ya escribí al respecto hace exactamente tres años, y si quieren leerlo, se los dejo aquí: http://www.fotolog.com/hecrock41/8880527 .

Y mejor referirse a su maravilloso segundo disco solista. Weno, el segundo que firmó con su nombre, tras un par de cosas experiméntales y muy vanguardistas y la dedicación intensa al activismo por la paz. Y en esto hay que ser majadero: lo que hizo grande a John Lennon fue darse cuenta de que el mensaje por la paz no tenía que ser intelectualizado, sino que compartido y comunicado a todos y cada uno de nosotros, sin palabras rebuscadas ni cosas elevadas. Tan solo co palabras simples, canciones y todo lo que se pueda utilizar para transmitir el mensaje. No por nada, a fines de 1969, ya lo elegían como el hombre de la década. No por nada Lennon empezó a alejarse del trabajo de The Beatles, necesitaba hacer algo más trascendente que mantener su status quo dentro de la banda más grande de los tiempos. Y eso es ser valiente. Lennon fue valiente en su vida y en Imagine lo confirma con tonadas tan dulces como confesionales.

Esa veta de songwriter confesional ya se venía viendo desde os últimos trabajos con sus compañeros de adolescencia en Liverpool, pero es en solitario donde le da rienda suelta a contarnos sobre su vida. Lennon creía que, al ser una figura pública, tenía la obligación de registrar todo y compartirlo, y eso lo hizo extenso a sus canciones. En Imagine, disco lanzado en el otoño de 1971, hay 10 canciones en las que Lennon habla de todo: sus deseos para el mundo, el amor que siente por su mujer, sus inseguridades, su rabia, su ironía ácida que tuvo desde siempre. El Lennon que está registrado en Imagine es un ser humano, quizás el más humano de los músicos grandes. Y acá, produciendo junto al maestro Phil Spector.

Imagine...


Partimos con Imagine, el track Nº 1que le da el nombre al disco, una canción que recién vino a ser un himno años después, sobretodo tras morir. En su momento, no pasó mucho con esta bella tonada en la que se imagina un mundo sin barreras externas ni internas, y se pregunta si podremos hacerlo. Después un guiño country la raja con Cripple Inside, donde contrasta una música jovial con una letra desgarrada (“lo único de lo que no te puedes esconder / es cuando eres lisiado por dentro”, canta con ironía”). Y de lo lúdico a o emotivo. ¿Acaso es fácil reconocerse como un cabro celoso? Lennon tiene las bolas para hacerlo en Jealous Guy, acompañado de ese maravilloso Wall Of Sound marca registrada de Spector.

Jealous Guy...


Si es difícil, tal como lo dice en It’s So Hard, se reclama en I Don’ Want To be A Soldier, otra muestra de protesta, pero más que social es personal. Logra darle una vuelta a la letra y la hace un indispensable. Pero Lennon se acuerda del mundo y se manda otra de esas maravillas sonoras en Gimme Some Truth, con arengas que se mantienen vigentes hasta nuestros días. Y pasa rápidamente a Oh My Love, una de las más bellas canciones que he escuchado en mi vida (“Oh, mi amor / por primera vez en mi vida / mis ojos están abiertos”), con las cuerdas de su entonces amigo George Harrison.

Oh My Love...


El mismo Harrison lo acompaña en momentos tanto dulces como ácidos, y uno de esos es How Do You Sleep, una verdadera carta abierta que Lennon hace a su ex compañero y amigo Paul McCartney, en donde sabe usar hábilmente títulos de canciones (“Lo único que hiciste fue ‘ayer’ (Yesterday) / y desde que te fuiste no eres más que ‘otro día’ (Another Day)”) y se aventura con ritmos de reggae cargados de fuerza e intensidad, la misma que encontró en el rocanrol que amó hasta su muerte.

How Do You Sleep...


Las dos últimas son más personales. En How?, se va preguntando la esencia del amor. Lennon, a pesar de tener al amor de su vida, siente inseguridad, y la tarta de exorcizar en canciones, bellas canciones que parecen melodías celestiales, las mismas que después él mismo criticaría, tachándolas de “baño de chocolate para el consumo público”. Si esa no es una actitud humana, ¿qué será?

Pero esa inseguridad se transforma en una invitación para su amada Yoko Ono en Oh Yoko!. “My love will turn you on”, con el piano de Nicky Hopkins como protagonista, y un Lennon haciendo coros de lujo. Y hay una harmónica al final, ruidosas y lejanas. Como que el disco quiere seguir sonando y no soltarnos nunca.

Afortunadamente, nunca lo hará. Si no tiene la edición remasterizada, bájela lo antes posible. No se arrepentirá.