lunes, febrero 19, 2007

Sobre las historias que se escriben en la calle y se archivan.


Acá va otro texto en “diferecto”, redactado en los descuentos de la jornada laboral de un Lunes 19 de febrero de 2007. Ya cumplí mi primera semana de trabajo. ¿De oficina? Sí, de oficina.

Aun me cuesta decirlo y asimilarlo. Aún me cuesta enormidades levantarme temprano, a eso de las 6 de la mañana, para llegar a las 8 en punto al juzgado donde estoy archivando expedientes de todas esas cosas que ya fueron. Todas esas cosas que ya pasaron, las que ya dieron que hablar. Algunas de ellas salieron en los diarios y en las noticias en la tele, en horario estelar. Otra pocas, quizás lograron portadas y titulares de primera plana (esas que remecieron la rutina o que, derechamente, llenaron espacios por falta de tema en la agenda noticiosa :p). De otras, nadie supo más que los mismos involucrados, ni siquiera el personal que trabaja. Seamos honestos: con todo el volumen de cosas que hay que revisar, evaluar, trabajar y archivar, ¿alguien se da la molestia de ir revisando caso a caso, como corresponde?

La maquinaria no deja que las cosas se hagan como se debieran hacer, como correspondería hacerlas en el plano más humano posible. ¿Casos sobre la miseria humana, los errores y las circunstancias a las cuales todos estamos sometidos, y que van afectando más allá de lo tolerable para un ser humano y si psiquis? ¿Para qué molestarse, si a nadie pareciera importarle?

En vez de calentarse la cabeza, a las caras se les reemplaza por los códigos y los números de registro. Ya no tienes nombre, sólo un Rut. No tienes un problema grave en tu vida, sólo un número de causa, un Rol, como se le dice. Años y años de problemas, trámites, molestias, arreglos, sentencias, apelaciones, malos ratos y pocas alegrías (más bien, visos mezquinos de felicidad vías gotero, en caso de que las resoluciones salgan a favor – nadie te paga el daño emocional que conlleva estos procedimientos :p) son tan sólo unas hojas llamadas “fojas”, que van dando cuenta de los movimientos. Sólo hechos documentados, cifras que no son inferiores a cinco dígitos (decenas de miles, se entiende) y nombres que no tiene caras. Puede ser cualquiera, en verdad.

Mucho de eso está encima de unas cuantas mesas que rodean mi escritorio con el PC sin “internerd” que opero. En mi primera semana me ha tocado archivar muchísimas causas de hechos pasados. La mayoría de ellos, de los años 90 que vieron mi adolescencia, mis primeros amores, mis primeras seis cuerdas y mis primeros discos. Esos mismos años vieron sangre, muerte, violaciones, abusos, robos, vendettas y todas esas cosas que la ley agrupa categóricamente dentro de un solo concepto: CRIMEN.

¿Saben? Pareciera que, por el solo hecho de agruparlas en ese único concepto, se está dando la pauta a seguir para lo que significa este tipo de actividades. La atención en detalle de cada caso se pierde, no hay tiempo suficiente para dedicárselo a cada caso como corresponde y no hay personal suficiente como para siquiera intentar hacer semejante hazaña. No tiene sentido: falta maquinaria dentro de la maquinaria. Ni siquiera pensar en eso.

Sin embargo, lo que contienen esas fojas agrupadas en expedientes son historias o pedazos de historias. La humanidad bajo un prisma de dolor, frustración y sufrimiento. Porque NINGUNA de las que me ha tocado revisar para ingresar sus códigos (nombres, roles, estados, delitos y fojas) pueden dar cuenta de finales felices y cantos de victoria. Por el contrario: si no hay sentencia, hay proscripciones o hay derechamente olvido por el tiempo. Si no pasa nada, es muy probable que siga sin pasar nada. ¿A quién le interesaba? Sólo a sus afectados.

No debiera de ser así. La calidad del servicio (esto que se hace en la administración pública es, precisamente, un servicio a la comunidad y no un servicio de auto aprovechamiento, como muuuuchos creyesen o quisieran creer), creo yo, mejoraría de inmediato si pusiésemos más atención a esas cosas. La calle no debe ser algo temido, sino que algo que se pueda comprender y analogar a la propia experiencia. Escuchar a la gente, salir a caminar, tomar en un bar, comer italianos en los “Don Pepe” de Plaza de Armas acá en Santiago, jugar a la pichanga con los amigos del barrio, carretear. Todas esas son opciones que nos sacan de la burbuja rutinaria, de la cual no siempre (por no decir nunca :P) estamos dispuestos a salir.

Me pregunto qué haría un Truman Capote o un Martin Scorsese revisando estos expedientes para archivar. Todas esas historias que, de seguro, se han escuchado una y otra vez desde que tenemos memoria colectiva, pero que tienen su propia marca al tocar a ciertos seres humanos. Si la ficción se nutre de la realidad, acá habría material suficiente para preparar un montón de novelas, guiones y diversos escritos, además de canciones u obras audiovisuales. Demás que Scorsese estaría absorto revisando la enorme cantidad de fojas de un expediente de infracción a la ley de drogas. Si a ese delito se le suma homcidio por vendetta, mejor aún: ya hay trama suficiente para afirmar un notable relato apegado a la realidad. Si “la historia se escribe en la calle, con gente de verdad”, la historia se iría armando también con estos relatos que nos muestran todo aquello que no necesariamente es “bueno”, “noble” o “ejemplar”.

Usté que está leyendo estos caracteres: ¿qué es lo que le llama la atención de todas esas historias sórdidas y turbias que protegen unas fojas de expediente? ¿Se ha visto involucra@ en algún proceso criminal, civil, tributario o demases? ¿Ha demandado a alguien? ¿Lo han demandado a usté? De seguro que casi nadie de los que lee este flog se ha visto enfrentado a situaciones tan adversas como las que veo acá a diario en el papel, pero nunca se sabe. Estas cosas, precisamente, no se comentan todo lo que se debería.

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2 comentarios:

noesmasqueblabla dijo...

Tienes ahí información de primerísima fuente ;)

noesmasqueblabla dijo...
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