lunes, mayo 29, 2006

Archivos diciembre de 2005.


Viernes 30 de diciembre de 2005:

Nirvana.

Más de alguna vez se ha cruzado en alguna conversa este tipo de preguntas: "¿Te gusta Nirvana? ¿Qué tal Cobain? ¿Acaso no es de lo mejor que pudo pasar en los 90?" Y las respuestas pueden ser muy obvias. Porque Nirvana se sale de la categoría de "banda de rock". Nirvana se transformó en un fenómeno por demasiadas cosas como para enumerarlas acá, y no es la idea aburrirlos con cosas tan obvias que han leído en todos lados.

Se hace difícil tratar de ser neutral frente a un fenómeno que se agigantó posterior a su abrupto fin. Con Nirvana debería pasar lo típico que sucede con todos esos mártires del Rock que han encontrado su fin terrenal a los 27. Y, de alguna forma, eso pasó. De hecho, recuerdo muy bien el momento en que me enteré de la noticia de la muerte de Kurt Cobain: un Viernes 8 de abril de 1994. Tenía 13 años y estaba en 8vo en el Instituto Nacional. Todo un pre púber fanático de The Beatles en esos años, pero al tanto de todo lo que ocurría gracias a la siempre fiel radio. Fue por radio, y en el programa de Iván Valenzuela "Haciendo Ruido" de Rock & Pop, que escuché que habían encontrado el cuerpo sin vida de Kurt en su casa en Seattle. Tenía, por lo menos, tres días de descomposición. Fue, según dicen, un escopetazo autoinfringido. Demasiado impactante noticia para despertar, no importando que el finado sea el hijo de vecino o una estrella de Rock. Después, cuando llegaron a instalar el cable a eso del medio día, el MTV estaba programando programas especiales sobre el deceso de Cobain y una cobertura especial. Curioso que el primer día que tuvimos cable en la casa coincidiera con la divulgación de la noticia de la muerte de Cobain.

Prácticamente de inmediato, el mundo (o, por lo menos, la mitad de él) se tiñó de luto. ¿Recuerdan el show que Depeche Mode dio en nuestro país por esos días? Dave Gaham se notaba afectado en ese show del Sábado 9 de abril. En general, toda la generación de músicos jóvenes en ese momento vieron cómo se apagó este contemporáneo. Eddie Vedder, cuando Pearl Jam tocó por segunda vez en Saturday Night Live, apareció con una polera con la letra "K" al lado del área del corazón y le dedicó las líneas de Hey Hey My My en la coda habitual de Daugther. "It´s better to burn out than to fade away" había escrito Neil Young hace 16 años antes, y Kurt lo citó literalmente en su encontrada "nota de suicidio".

Aún recuerdo ese primer número de la revista Rock & Pop, con la foto de Cobain en la portada. Ese primer número apareció en Junio de 1994, a dos meses de la partida de Kurt. Una revista que quería ser como nuestra Rolling Stone, y que ahora, con varios de aquellos que estaban a cargo en ese entonces, se reencarna en la Rolling Stone Chile versión 2.0.

Me sorprendió sobremanera cuando, casi de inmediato, saltaron las comparaciones de Cobain con John Lennon. ¿Cómo entrar a comparar, pensaba yo, si Nirvana tuvo casi 7 años de historia (diciembre de 1987 hasta abril de 1994) como banda, 4 discos editados y un futuro truncado? La respuesta estaba más clara de lo que yo podía haber pensado en esos años: el grado de identificación que Cobain generó entre sus seguidores.

Demás está decir que Nirvana marcó un antes y un después en el mainstream mundial. Hasta la irrupción del Nevermind en 1991, lo masivo estaba liderado por el pop chicle y desechable heredado de la cultura MTV. Por el lado del rock, y siguiendo la línea mainstream, el clima no era nada auspicioso. Hasta que irrumpió Cobain, Novoselic y el recién integrado Grohl, que trajeron aire fresco para las contaminadas marquesinas masivas.

Personalmente, creo que ese fue el único ingrediente auténtico del legado de Nirvana: la frescura de su propuesta con altas dosis de masividad subliminar. La espontaneidad de esas canciones que, a simple vista, parecían canciones de vanguardia y alternativas, pero que en el fondo siempre apuntaron a ser masivas. Basta escuchar de principio a fin ese Nevermind para ver que estamos ante música popular tal como siempre la hemos disfrutado. Por más extraños y alienados que se quiera vender a Nirvana, fueron de los pocos en rescatar el formato canción y devolverlo a las masas en clave de punk.

Yo siempre he sido reacio a ensalsar a los finados. Su legado se tiende a grandificar y hace que pierdas el verdadero sentido de lo que hicieron en vida. Es injusto para los que siguen viviendo y haciendo cosas, y lo vemos en infinitos casos. Pero algo pasa con Nirvana, al igual que con Hendrix, que sean de los pocos casos en que esto no pasa.

El caso de Nirvana sobrepasa lo musical. Para comprenderlo cabalmente, hay que ubicarse en el contexto y tratar de entender lo que significó que algo así estallara. ¿Lo concreto? El estallido masivo de Nirvana fue el punto clave para el reinado del Rock con ecos alternativos, que imperó durante el resto de los 90.

Lo que importa, al final, es su música eterna. Con eso basta.

Y, puedo decir con orgullo, pude vivirlo y presenciarlo en el momento.



Martes 27 de diciembre de 2005:

Este no es un balance del 2005...

Me carga esa postura de fin de año de hacer los balances con lo mejor y lo peor que ocurrió desde el 1 de enero al 31 de diciembre (weno, en realidad es hasta la semana anterior nomás). Lo veo en todas partes: diarios reseñando las noticias más relevantes, publicaciones destacando lo más granado y especiales por todos señalados con "lo mejor de...".

Eso lo he visto desde siempre. Son clásicos los Rolling Stone Scrapbook, una especie de anuario cool con lo mejor de cada año. También los balances de los diversos suplementos especializados en las distintas ramas de interés: política, economía, arte, deporte, espectáculos, cultura y demases. Todos los departamentos de prensa dejan el reporteo de lado para la última semana y rescatan todas esas notas que tanta sangre, sudor y lágrimas les costó sacar adelante, todo para que se pierdan en la famosa edición de noticias de cada 30 de diciembre aprox.

En política, nada nuevo bajo el sol. Sólo nos dejamos impresionar por las elecciones presidenciales que traen una segunda vuelta que nos muestra lo peor de nuestra política: el continuismo o el poder de los empresarios. Así no habrán cambios sustanciales, pero seríamos bastante ilusos si los esperáramos. ¿Será weno considerar la opción del "mal menor"? Al fin y al cabo, las segundas vueltas se tratan de eso y de nada más: tratar de "elegir" entre lo menos malo, entre lo "menos pior". Honestamente, me duele que tengamos que llegar a la situación a la que nos enfrentaremos el 15 de enero. Esto perfectamente se pudo haber solucionado el 11 de diciembre, peor ya sabemos que la gran maquinaria determinó una segunda fecha. Beware of darkness...

Al final del día, y lo digo como eterno curioso y "busquilla" sobre el entorno musical y la escena global, ¿acaso todo esto importa? Por supuesto que no! NADIE puede dictaminar qué es lo mejor que apareció en el año. Y eso es porque, simplemente, somos seres humanos con sensibilidades distintas. ¿Qué importa que el Chaos And Creation In The Backyard, con todo lo hermoso que es, sea el nuevo fetiche de la crítica especializada? ¿O que el regreso de The Rolling Stones en A Bigger Bang sea el mejor disco en 25 años de su carrera? ¿Acaso realmente importan las benditas mutaciones de Beck en Güero, la introspección de Bruce Springsteen en Devils & Dust y el "regreso" a escenarios de Pink Floyd en el Live 8? ¿Es realmente trascendente el documental de Martin Scorsese, No Direction Home, sobre el troesma Dylan? ¿Acaso importaron más que para los que asistieron los shows a tablero vuelto de Pearl Jam? ¿O el demoledor show de The White Stripes? ¿Acaso es más importante el nuevo disco de Neil Young, Prairie Wind, que el hecho que estuvo a punto de dejar esta tierra de la mano d eun aneurisma? En estas materias de gusto personal, un redactor sólo puede invitar y nunca imponer. Ojalá varias "vacas sagradas" de la crítica lo entendieran así. Esto se trata de compartir, no de imponer. Teniendo eso claro, debería estar todo bien.

La verdad es que, al final del día, nada de eso importa. Esas son cosas que no afectan directamente nuestra vida. Simple. Son factores externos que le dan un poco de colorido al asunto, nada más.

Yo prefiero quedarme con lo que me ha pasado a mí y a mis cercanos, mi familia, mis amigos, mis seres queridos. Eso es lo único que nos debe mover para hacer cosas, el mantener cerca a los nuestros. Y los recuerdos no son pocos en este 2005 que se va yendo.

Mis viejos cumplieron 25 años de casados, lo cual no es poco, y con un extra: de sorpresa, renovaron sus votos. Esto lo supe llegando a mi casa el día de su aniversario, después de clases. "M´ijo, nos casamos de nuevo", me cuenta mi papá de entrada. "Los llamamos a tu hermana y a ti para que nos acompañaran, pero ninguno de sus celulares pescó la señal", agregó mi mamá. Me dio gusto verlos comos cabros renovados, con energías recargadas a pesar de toda el agua que ha corrido bajo el puente. Y sólo me recuerda a la mente la hemrosa Silver & Gold, del viejo y querido Neil.

Me puse como loco a adelantar ramos este año. Todas esas narraciones de 3o y 4o las empecé a tomar antes. Sufrí bastante el segundo semestre, pero el esfuerzo valió la pena. Aprendí bastante de la pega diaria del periodista con los ramos que adelanté, y ya me siento un poco más seguro en mis capacidades. Estoy consciente de que me queda muchísimo por recorrer, pero ganas no me faltan. En estos momentos, y desde hace casi dos meses, colaboro como redactor para toma.cl gracias a una invitación que el equipo de ese portal me hizo. Me ha tocado entrevistar y reseñar conciertos. Ya metido de lleno en la pega!

Este 2005 fue un año de grandes avances como músico en ciernes. Como nunca antes me había pasado, este fue un año de creatividad constante. De actividad periódica y de preciosas melodías. Con Fother Muckers estamos yendo hacia arriba, por lo menos así lo veo yo. Hemos tocado en vivo, seguimos trabajando en temas (ya hay como una docena completos!) y seguimos avanzando. ¿Qué más puedo pedir? Sólo seguir en la nuestra.

No sigan las listas de "mejor del año". Sigan SU voz y SU juicio.



Domingo 25 de diciembre de 2005:

War Is Over (If You Want To) - Feliz Navidad!!

Este 25 de Diciembre me tuvo trabajando todo el día editando una nota para toma.cl, el portal de Rock del cual soy parte del equipo de trabajo. Quería subir algo anoche para el flog, pero obvio que ni siquiera estuve cerca del PC. Anoche la pasamos juntas 3 familias, como ya es costumbre hace 10 años. La misma gente, el mismo ritual de hacer un brindis por la Navidad que llega justo a medianoche, la entrega de regalos, la cena con una larga sobremesa. Sólo que, en esta ocasión, la sobremesa se alargó mucho más que en veces anteriores. Es que varios de nosotros ya estamos más viejos y disfrutamos más de esas instancias que las nuevas generaciones.

En fin. Si nos ponemos a pensar, y a pesar de lo que se puede pensar en un comienzo, la Navidad tiene muchísimo de celebración pagana. De hecho, ese es el sentido original de estas festividades. ¿Sabían que el nacimiento de Jesús ocurrió en realidad en Marzo o Abril? La iglesia católica, al elegir Roma y su imperio como hogar, decidió tomar esta vieja festividad dedicada a festejar el solsticio de invierno, una fiesta absolutamente mundana y tribal por lo demás. Los romanos celebraban para darse fuerzas para el crudo invierno que los azotaba a todos en pleno enero. La fiesta "le llevaba" cantidades gigantescas de alcohol, orgías monumentales y rituales apoteósicos.

Es por eso que resulta extraño, hasta el día de hoy y en medio de una cultura occidental basada en la creencia de Cristo como salvador, que el verdadero espíritu de estas fiestas aflore en la forma de un consumo compulsivo para agraciar a nuestro prójimo inmediato y al no tanto. Vemos cómo las multitiendas nos llaman imperiosamente a "festejar a nuestros seres queridos" con productos que ellos distribuyen. Las tiendas se llenan de gente desesperada por comprar. Me ha tocado ver eso y me carga salir en estas fechas al centro. Es penoso ver el cómo se repletan estos centros del consumo. Y no es que esté en contra de la costumbre de atender a los seres queridos con obsequios, sino que me molesta el que todo esto se convierta en un festival del consumo compulsivo.

Menos mal que acá en mi casa no hemos caído en el consumo compulsivo de Navidad. Tengo preciosos recuerdos de las Navidades junto a mis viejos. Siempre fueron atentos con mi hermana y conmigo a la hora de agasajarnos con regalos. Ellos son cristianos formados bajo la iglesia católica (no olviden que mi viejo estuvo a punto de ser sacerdote antes de conocer a mi mamá), por lo que siempre nos han formado con la idea de la celebración del espíritu de Navidad, ese que tiene que ver con el recogimiento, el amor al prójimo y la caridad. Supe que el "viejo pascuero" no existía a los 7 años, cuando me lo dijeron en el colegio. ¿Qué hicieron mis papás? Nos llevaron al viejo pascuero en persona a la casa para entregarnos los regalos! Fue un precioso gesto de ellos y todavía recuerdo lo weno pal´ Cola de Mono que era ese viejo pascuero, jejejeje.

Teníamos una especie de costumbre en las navidades antes de pasarlas "en patota" entre 3 familias: cuando vivíamos en una casa con mucho antejardín, y siendo todavía niños, mi mamá nos llevaba afuera a ver el cielo y mi papá se quedaba en la casa. Al cabo de unos minutos, mi papá nos llamaba para que entráramos. "Niños! Pasó el viejo pascuero por acá!", nos decía, y veíamos el árbol rodeado de paquetes envueltos. Con esas navidades llegaron los discos de The Beatles y algunas películas, además de un walkman que duró su wena cantidad de años. Ahora, las cosas han cambiado un poco, y es porque estamos más viejos nomás. Además, las cosas no han abundado tanto en algunas navidades, especialmente las últimas. Basta con la reunión de 3 familias para celebrar. Y punto.

¿Han escuchado canciones de navidad hechas por miembros ilustres de la música popular? Ayer pude escuchar esa increíble versión de Little Drummer Boy grabada por Beck el 96. También siempre ha estado presente la emotiva Ave María que grabó Chris Cornell junto a Eleven. También hay varios blues dedicados a la llegada de Santa al pueblo. Y cómo dejar de lado los villancicos. Se me viene a la mente el Merry Christmas Baby que grabó Bruce Springsteen a mediados de los 80. También los singles de Navidad que sacaban The Beatles, que no eran más que saludos re lúdicos para sus fans. ¿Y cómo olvidar el Don´t They Know It´s Christmas, que fue el primer paso para lo que Geldof haría en Live Aid? Tuvo su versión modelo Siglo XXI, justo a 7 meses del Live 8.

Sin embargo, la más significativa de todas es la Happy Xmas, de John Lennon. ¿Por qué? Simplemente, porque pudo darle un buen uso al concepto de Navidad. No nos recuerda la venida de Santa Claus ni los pesebres. Tampoco el consumo ni el recogimiento. Sólo buenos deseos y un subliminal poderosísimo: el famoso "war is over if you want to". ¿Qué mejor deseo para la Navidad, una fiesta que ha mutado mucho de su concepción original?

Sin embargo, por más que le demos a la Navidad el perfil de humanismo cristiano (que suena raro ese concepto ahora que lo utiliza el candidato de los empresarios), su lado pagano y mundano es el que siempre sale a flote.

Feliz Navidad a todos!!



Viernes 23 de diciembre de 2005:

King Kong.

Es toda una experiencia el pagar 2 mil pesos por una entrada al cine, sentarse en la sala y dejarse atrapar por mundos que no existen, realidades que no tienen ninguna lógica y personajes que sólo nos parecen atractivos al estar incluidos dentro de una historia de ficción.

Como lo mencioné la otra vez, el famoso "suspended disbelief", ese contrato que hacemos con el realizador, en el cual dejamos estipulado que le creeremos todo lo que nos presente en su relato de dos horas promedio. Sólo así pudimos emocionarnos con la galaxia lejana muy lejana que nos presentó George Lucas; sólo así pudimos conmovernos con esos extraterrestres que tomaban contacto de tercer tipo con los humanos, según lo expuso Steven Spielberg; sólo así aceptamos que las paradojas espacio-temporales no son tanto problema para el viaje del tiempo que nos mostró Zemeckis. Y sólo así las tres horas de duración que el notable Peter Jackson utiliza para volvernos a encantar con la historia de King Kong son lo suficientemente enganchadoras como para dejarnos atrapados en la butaca.

La historia no es nueva. Es un remake de la clásica King Kong de 1933, esa indispensable dentro del género de las aventuras. La misma versión que obsesionó a Jackson desde pequeño, siendo una meta ambiciosa en sus días como director gore el poder realizarla. Pero, ¿por qué hacerle un remake a una película que ya es un clásico intocable? Esos no pueden tener nuevas versiones. Quien se atreve a profanar esos intocables lo pasa muy mal: destrozado por todos, condenado al repudio general y, más encima, viendo cómo su carrera se va al tacho de la basura. Lo que pasó con King Kong modelo 2005 no es el caso. De alguna manera, y sólo como un obsesivo como Jackson podía lograrlo, la ya legendaria historia adquiere renovados matices.

Me imagino que todos ya conocen el argumento central, aunque no está de más mencionar un poco de qué se trata este King Kong de siglo XXI: Carl Denham (Jack Black), un cineasta egocéntrico (¿hay alguno que no lo sea?) está ansioso por filmar un éxito que lo saque de sus repetidos fracasos. Para ello, reune una expedición de experimentados marinos que, gracias a un mapa secreto, zarpan rumbo a la mítica Isla Calavera, acompañados del guionista teatral Jack Driscoll (Adrien Brody) y la joven actriz Ann Darrow (Naomi Watts). Sin embargo, el sitio resulta una tumba para muchos de ellos, al ser un hábitat salvaje, repleto de nativos y criaturas prehistóricas; entre ellas, un venerado simio de 25 metros llamado Kong. La bestia queda embelesada de Ann, de quien se apodera y a la que defiende de otras gigantescas fieras en el inhóspito sitio. Finalmente Kong es capturado por la expedición, o lo que queda de ella, y llevado a Nueva York para ser exhibido… con el trágico desenlace sabido por todos.

Jackson dobló la duración del King Kong original para desarrollar en extenso las amplias secuencias de aventuras que quiso plasmar. De ese modo, asistimos a un verdadero desfile de criaturas extrañas: aborígenes, insectos gigantes, dinosaurios olvidados y un gorila de 25 metros de alto. A simple vista, la película pareciera larga. De hecho, la secuencia inicial es lo suficientemente extensa para exponer el background necesario, aunque el ritmo se torna un poco lento. De todas maneras, Jackson se las arregla para retratar la ominosa miseria de la gran depresión norteamericana. Una vez que llegan a la isla, el cuento es otro: es imposible despegarse de la pantalla. La atención la acapara completamente todo lo que estamos presenciando.

Gracias a la tecnología es que podemos presenciar a un Kong distinto al que fue animado por stop motion en los 30. El Kong del siglo XXI es, era que no, digital. Pero no parece un mono falso y carente de emociones, sino que por el contrario. Este Kong tiene expresiones faciales, le brillan los ojos, se rie, se enfurece, corre, contempla las puestas de sol, sufre y se enamora. Es capaz de ser salvaje y tierno a la vez. Esto lo hace sumamente distinto a aquel mismo Kong de los años 30.

Gracias a ese Kong complejo del siglo XXI, la relación entre bella y bestia se tiñe con una extraña empatía y vuelve al concepto del guión original, que nunca pudo ser adecuadamente retratado hasta el día de hoy. Naomi Watts, bellísima y radiante en la pantalla grande, se luce acá como el objeto del afecto del gigante Kong. El "héroe de la película" en el relato, interpretado por Adrien Brody, incorpora un elemento de sensibilidad inédito para el formato de aventuras. Y Jack Black, célebre por hacer de sí mismo en cada película y ofrecimiento que se le ofrezca, le añade un tono de caricatura a este director ambicioso, con efectivas dosis de humor negro. ¿Qué más pedir?.

Imposible perdérsela. No sólo por la recreación perfecta de la Nueva York de los 30 o por las secuencias de dinosaurios, ni siquiera por la impresionante música de ambiente que posee. King Kong versión 2005 nos muestra que el verdadero monstruo es el mismo hombre.



Miércoles 21 de diciembre de 2005:

Rust Never Sleeps.

¿Conocen al director Bernard Shakey? Me imagino que algunos deben conocer a este realizador audiovisual, responsable de más de algún excelente registro de concierto o alguna película de ficción con la música como lenguaje. Él fue el responsable de ese inconexo pero inquietante documental llamado Journey Trough The Past, de la metafórica narrativa de Human Highway, y de este verdadero clásico de la filmografía del Rock llamado Rust Never Sleeps (1978), un show de Neil Young & Crazy Horse. Es que Shakey parece conocer a Young tanto como a sí mismo.

¿Y de qué trata Rust Never Sleeps? Ni más ni menos que la inmortalización de la mítica gira de presentación de material inédito, con registro en vivo en cada show, para el eventual disco Rust Never Sleeps. Young tiene la costumbre de estrenar un nuevo set cada cierto tiempo, tocando todas las nuevas, y agregando canciones más clásicas para matizar. Lo ha hecho desde la etapa previa al Harvest, siendo la más reciente la presentación de la puesta en escena de Greendale. Y Rust Never Sleeps (la película, no el disco) tiene mucho de eso: presentar un show de muchas canciones nuevas, que encajan de manera perfecta con las más "viejas".

Aprovecho para aclarar de inmediato que la película Rust Never Sleeps y el disco Live Rust no son exactamente del mismo registro. El doble vinilo es un resumen de la apoteósica gira de Neil Young & Crazy Horse presentando el material nuevo con escenografía única e inédita para su experiencia previa. Están todos los clásicos de la primera época de Neil Young, y están expuestas todas sus facetas: acústico, con 12 cuerdas, con harmónica al cuello, con piano, y con el poderío eléctrico junto a Crazy Horse. Un show completo, que en el doble vinilo (y CD lleno, obvio) se hace una escucha sin pausas e intensa.

Por el registro del disco pasan muchos clásicos y aspirantes a inmortales, que aún hoy conmicionan: un I Am A Child, de los días junto a Buffalo Springfield; una Cinnamon Girl tan efectiva en 1978 como en 1969 o en cualquier otro año que se les venga a la cabeza; un Cortez The Killer con ritmos algo distintos a los vistos (mejor dicho, escuchados) en Zuma; un Powderfinger que se levantó como la gran revelación de ese período, un verdadero canto de dolor sobre la muerte, la pérdida y la desolación, acompañado de una melodía demasiado dulce y conmovedora como para ignorarla; y un My My Hey Hey que se convirtió en un himno para muchos, en una verdadera declaración de principios para otros, y en una desgarradora postura ("mejor quemarse que desvanecerse", como lo citaría Cobain en su nota de suicido) que algunos tomarían al pie de la letra. Hay mucha historia en esas canciones, y eso que sólo les mencioné 5 de ellas.

Distinto es el caso con la película. Al ser un registro prácticamente íntegro y con poquísimas ediciones, le da un tono de crudeza único en su especie. En un medio en donde todas las actuaciones registradas para la posteridad son trabajadas en post-producción, lo que nos muestra Rust Never Sleeps como película es un caso completamente distinto. Y eso, principalmente, es mérito de la descuidada cámara de Shakey para filmar.

La película es la filmación íntegra de uno de esos shows apoteósicos, en San Francisco. En cámara, vemos en acción a los peculiares "road eyes", los habituales roadies de un concierto, con una nada habitual tenida de jawa, a la moda Star Wars. Son los "road eyes" los que se encargan de cargar gigantescos amplificadores, inmensos micrófonos de ambiente y considerables baúles. De uno de esos baúles sale Neil Young, armado de una acústica de 12 cuerdas y un gancho de harmónica con micrófono inalámbrico, abriendo los fuegos de la jornada con Sugar Mountain y cerrando la parte acústica con My My Hey Hey, acostándose en una especie de saco y siendo cargado fuera del escenario, donde se prepararía todo para la irrupción de los Crazy horse. A todo esto: las cámaras filman cada segundo, por lo que presenciamos las pausas totales, sin corte alguno.

El set de los Crazy Horse se extiende por casi una hora y veinte, con enormes pausas entremedio. Y éstas no son injustificadas: cambio de afinación, cambio de efectos, cambio de disposición de escenografía, movimientos varios. Es casi como si el público y la audiencia que lo ve en las salas asistieara al montaje completo de la obra. Y esta perspectiva tan cruda es mérito exclusivo de la mirada particular de Shakey, con acercamientos súbitos y descuidados, malos enfoques de cámara, falta de manejo de sincronización y detalles divertidos, como la aparición del ventilador para la interpretación de Like A Hurricane. Resulta chistoso ver a Neil Young haciendo el épico solo de guitarra junto al ventilador.

Sin embargo, todos esos desperfectos de la labor de Shakey le dan un sabor especial a Rust Never Sleeps. Al final del día, es la música inmortal de Neil Young & Crazy Horse la que sostiene todo. Pero Shakey nos sorprendió a todos el año pasado con Greendale.



Domingo 18 de diciembre de 2005.

Forrest Gump.

Perdí todas las esperanzas para poder ver a los Rolling Stones. Programaron una apretada agenda de conciertos en Latinoamérica, en donde sólo harán shows en Brasil y Argentina, para partir de inmediato a México. Ni siquiera consideraron a Chile entre su itinerario de conciertos. Deben de acordarse que no llenaron el Estadio Nacional: sólo llevaron 55 mil, con una capacidad habilitada para 70 mil; la gente que asistió no estaba vacilando como ellos están acostumbrados, ni coreaban todos los emblemas habituales. Por lo tanto, a Chile nunca más de nuevo. Ya nos quedó claro.

Todo este episodio me recuerda de cuando vinieron y tocaron un Domingo 19 de febrero de 1995, a tres días de mi cumpleaños número 14. Un cumpleaños que estuvo precedido por una de las tardes más geniales de mi pre adolescencia: fuimos a ver al cine Forrest Gump (1994, dirigida por el siempre efectivo Robert Zemeckis) con mi papá.

Mi viejo, un fanático del cine, del teatro y de las artes de la representación en general, ahora sale muy poco. Incluso en esos días, hace 10 años atrás, prefería llegara descansar a su casa y estar con nosotros. Por eso, me sorprendió mucho el que me invitara a ver la película al cine. Recuerdo que el único cine que la estaba exhibiendo era el Cine Arte Tobalaba, con funciones en la tarde. Íbamos a ir a la de las 18:45 hrs. Nos juntamos en el Metro Tobalaba unos 30 minutos antes, para comprar la entrada a tiempo. Como todavía quedaban unos 20 minutos, dimos una vuelta antes de entrar a la sala. Poco sabía que me iba a encontrar con una de las películas más conmovedoras que haya visto. Un buen (y cada vez más escaso) uso de la maquinaria de Hollywood. Uno de los pocos casos en que toda la parafernalia de efectos especiales y cuadros perfectos están supeditados al relato.

Como todos ya sabemos (¿queda alguien que no la haya visto, aunque no le haya gustado y la odie?), la película retrata la "extraordinariamente increíble" vida de Forret Gump, un tipo con un C.I. de 75, que lo ubica por debajo de la media. Un tipo que, desde niño, vio cómo lo discriminaban. Y vio cómo su madre lo fortaleció para el cruel mundo en el cual se iba a desenvolver. También relata la épica historia de amor entre Forrest y su amiga de toda la vida, Jenny. De paso, vemos a Forrest en varios hitos nada de despreciables: jugador estrella de football, veterano de Vietnam (donde conoce dos personas que marcarán su destino: Bubba y el teniente Dan), campeón mundial de ping pon, empresario exitoso y corredor "de costa a costa", por más de tres años seguidos. Toda una vida "nada de aburrida", como él mismo diría.

Lo que destaca a Forrest Gump de las otras películas cargadas de efectos especiales y maquinaria para masas es el tono de su relato: todo, absolutamente todo, lo vemos a través de sus ojos. Esa mirada de eterno niño, esa mirada que no ha perdido la capacidad e asombro... simplemente porque no se ha contaminado de las mentiras, engaños, jugadas sucias, hipocresía y falsedad, todas esas disfunciones que rigen la manera de tener "éxito" en el mundo actual. Si lo vemos de ese modo, Forrest es un inocente romántico que tiene las cosas más claras que nadie. Además, vemos cómo esa bella pero trágica historia de amor va fortaleciendo a uno y debilitando a la otra: Forrest, de alguna manera, está protegido de todos los males del mundo; en cambio, Jenny se va consumiendo lentamente dentro de los vicios que la rodean.

La película desató la típica euforia de una "oscarizable": recibió unas 13 nominaciones, ganando 6 de ellas, entre las cuales destaca el segundo Oscar de Tom Hanks, el de Mejor Director a Zemeckis y el de mejor película. Si la percibimos desde ese punto de vista, la película tenía todas las de ganar premios: personaje principal con deficiencias o "minoría", historia épica, no pocos homenajes a distintos aspectos de la historia reciente de los EE.UU.

Mención aparte para la espectacular banda sonora de la película, un compendio de muchísimas canciones d ela música popular norteamericana: Elvis Presley, Joan Baez, Bob Dylan, Byrds, Buffalo Springfield, Randy Newman, Simon & Garfunkel, Doors, Creedence Clearwater Revival, Wilson Picket, Aretha Franklin, Supremes, Temptations, Lynyrd Skynyrd, Bob Seger, Willie Nelson, y un largo etc. Una verdadera delicia para melómanos de todo el mundo, y un verdadero testimonio de lo más selecto de lo popular,d e esas canciones que han quedado grabadas en el inconsciente colectivo, lo que no es menor.

Sin embagro, Forrest Gump no es LA película de 1994. Ese título se lo disputa con otro film que estaba compitiendo con ella, la segunda película del fanático del cine convertido en Director Quentin Tarantino, Pulp Fiction, que se guarda para sí el pase para competir por la mejor de los 90. Pero eso ya es decisión personal...

Lo importante es sentarse en la sala de cine y disfrutar como cabro chico frente a la película que vemos. El famoso "suspended disbelief", presenciar y creer.



Jueves 15 de diciembre de 2005:

A 12 años de la visita de Paul McCartney a Chile.

Han pasado exactamente doce años desde ese momento que sólo pude ver en diferido. Ese momento que mucha gente esperó durante 30 años. Ese momento que significaba el tener a una verdadera leyenda de la cultura popular de los últimos 50 años tocando en un show en nuestro país.

Y esa fecha no era cualquiera: era el cierre de la maratónica gira mundial que Paul McCartney lideró para promocionar su disco de estudio Off The Ground. Un disco "del montón" dentro de su amplia discografía, pero la excusa perfecta para tomar por asalto al mundo otra vez. Ya tenía antecedentes importantes: su anterior tour mundial, el de Flowers In the Dirt (inmortalizado en la película "Paul MCCartney: Get Back") batió récords de audiencia en 2 años. El beatle Paul pretendía lograrlo de nuevo. En realidad, sólo quería tocar, simplemente tocar. Y mucho.

La gira que lo traería a Latinoamérica por primera vez en su carrera (Salvo ese histórico concierto en Brasil, ante 180 mil personas) se llamaba New World Tour. McCartney se decidió a explorar muchas de las partes que le faltaban por conocer. La New World Tour llenó estadios por todas partes, mantuvo un apretado itinerario, e incluso se permitió sacar un disco en vivo en medio de la misma, el Paul Is Live, apurado registro en vivo, cuya mayor "gracia" es tener una de las portadas más divertidas de los 90: Paul riéndose de sí mismo, y particularmente del rumor del 69 sobre su muerte, parodiando la portada del histórico Abbey Road, el canto de cisne junto a Lennon, Harrison y Starr.

McCartney programó una sesión de prensa para Latinoamérica, la primera posibilidad en que periodistas de nuestras tierras podían entrevistarlo. Recuerdo la entrevista que le hizo Iván Valenzuela, en ese tiempo parte del Departamento de Prensa de TVN y conductor de "Haciendo Ruido" en la naciente Rock & Pop (94.1 acá en Stgo.). Y su entrevista fue para los dos medios, obviamente. La editada, para la TV. La completa, para la radio. También lo entrevistó un, en ese tiempo, joven Pablo Márquez. ¿Sabrá Paul que aquel cabro recién salido de la universidad que lo entrevistó pondría de ejemplo para su clase de Narración Escrita (en Periodismo de la UC) los dos primeros párrafos del texto publicado en El Mercurio? Toda esta cobertura, como antesala para su concierto en nuestro país, programado para el Jueves 16 de diciembre, a las 21 hrs, en el Estadio Nacional.

Sin embargo, no todo anduvo bien. Probablemente por la fecha (justo una semana antes de Navidad), la venta de entradas anduvo lenta. Alarmantemente lenta. Tanto así, que la productora tuvo que empezar a distribuir entradas para cancha en promoción: dos tapas de Cerveza Cristal + 2 mil pesos o algo así, bastaban para tener un cassette del Paul Is Live y una entrada a cancha. Las estaban regalando.

Después de hacer 3 River a tablero vuelto, Paul McCartney llegó a Chile. Y recibió de inmediato un reconocimiento oficial del gobierno, en una ceremonia improvisada: el entonces Ministro de Educación, Jorge Arrate, le entregó la "Orden De Mérito" por "servicios a la música, la paz, y el entendimiento humano". Un emocionado Paul agradeció en un fluido español. "Disculpen. Hablo pocas palabras en español, pero quiero agradecer a Chile por este reconocimiento", declaró en esa ocasión.

Se corrieron muchos rumores de que, por la lenta concurrencia (que ya hacía prever que sería escasa) McCartney no se presentaría. Sin embargo, Paul mismo desmintió esos rumores en un despacho en directo para Rock & Pop, casi a las 8 de la tarde. Yo lo escuché por radio, solo en casa, y demasiado triste como para salir: tenía apenas 12 años para ese concierto, y NADIE me pudo acompañar: mi papá tenía que hacer clases, mi mamá debía llevar a mi hermana menor a uno de esos típicos actos de cierre de año en su colegio, y ningún tío podía acompañarme. Seguí la cobertura en mi casa por la radio. Así me enteré que, finalmente, llegaron 50 mil personas al Estadio Nacional, y que el concierto no partiría a las 21 hrs, como estaba anunciado, sino que a las 22:15 aprox, para que la gente alcanzara a llegar.

Pasadas las 22:20, las 3 pantallas mostraron un enorme "NOW", indicando la irrupción de McCartney sobre el escenario. Justo a casi dos meses del multitudinario y pirotécnico show que dio Michael Jackson dio en el mismo lugar, McCartney sólo se valió de su impronta de leyenda viviente y su repertorio, ampliamente cargado al período de The Beatles, para cautivar a la audiencia. Y, por lo que he visto en las imágenes que mostraron después, no defraudó.

McCartney y su banda de acompañamiento (que incluía, aparte de su esposa Linda, a Hamish Stewart, Robbie McIntosh, Blair Cunningham y Paul Wikens) tocaron por casi tres horas, cerrando con la habitual Hey Jude.

Al día siguiente, McCartney se fue. "¿Qué harás ahora?", le preguntaron. "Dormir!", respondió cortésmente Paul. La verdad, descansó sólo unos días. A comienzos del 94, se juntaría con George y Ringo para trabajar junto a Jeff Lynne unas cintas de John.



Miércoles 14 de diciembre de 2005:

The Last Waltz.

He visto esta película muchas veces. Creo que más de 15, desde ese Viernes 12 de abril de 2002 (que coincide con el cumpleaños de I!!), a eso de las 14:45, según estaba programada en Cinecanal. No la pude ver antes porque, simplemente, dar con una copia de The Last Waltz (en nuestra lengua madre, se conoció como "El Último Vals", su traducción literal, y también como "El Último Rock") era tan difícil como encontrar algún fanático de The Band acá en Chile.

El caso de The Band es único. Duraron juntos 8 años funcionando con ese nombre, pero tenían 8 años previos de historia: fueron la banda de apoyo para Ronnie Hawkins, llamándose el conjunto Ronnie Hawkins & the Hawks. También fueron los "valientes apóstoles" (como los llamó el troesma) que acompañaron a Bob Dylan en su gira europea de 1966, esa en la que le gritaban "traidor" y "judas" por hacer un rocanrol poderoso, intenso y desgarrado. Después que Dylan se asentó en Woodstock, The Hawks lo acompañó en su retiro y se mudaron a la misma zona y cambiándose el nombre a, simplemente, The Band, y en contra la corriente de nombres estrambóticos a-la Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band y la sicodelia reinante. Lo de The Band es llegar a la médula del asunto, a las mismas raíces de todo el asunto: Blues, Soul, Gospel, Jazz, Folk y Country. Todo eso gracias a la estupenda labor en conjunto de Robbie Robertson (guitarrista y principal compositor), Levon Helm (baterista y voz), Rick Danko (bajo y voz), Richard Manuel (piano y voz) y Garth Hudson (teclados).

Con 16 años de carretera, The Band decide terminar con sus presentaciones de forma definitiva. Y eligen el anfiteatro de Winterland, administrado por Bill Graham y el mismo lugar en donde debutaron oficialmente como The Band, para darle cierre a su historia. Deciden pasearse por sus canciones más representativas y llevar numerosos invitados de lujo: Bob Dylan, Neil Young, Eric Clapton, Dr. John, Van Morrison, Joni Mitchell, Muddy Waters, Paul Butterfield... la lista es larga.

El director Martin Scorsese era amigo de Robbie Robertson en esos días, y se entusiasma en dejar registrado el último concierto de The Band. En un comienzo, filmarlo en 16 mm; pero Lazlo Kovaks lo convence de que usen 35 mm y lo filmen como si fuese una película. La preparación de la puesta en escena (escenografía, orden de canciones e invitados, luces) se haría en conjunto con la filmación. Pero había un detalle: los motores de las cámaras no aguantaban horas seguidas de filmación sin parar. Esto se convertiría en un problema para la filmación, pues sólo podrían grabar un número determinado de canciones, las más emblemáticas.

El escenario se armó elegante: telas antiguas y tres candelabros, además de poner mesas en el área del público para la cena de Acción de Gracias. Con el Winterland lleno, The Band comenzó el show con una intensa versión de Up On Cripple Creek, uno de sus clásicos, marcando el tono de un show de más de tres horas y media de duración. Los momentos a destacar son varios: la humildad de Neil Young al interpretar su Helpless junto a The Band; el registro con orquesta incluida para The Night They Drove Old Dixie Down; la poderosa Further On Up The Road, junto a Eric Clapton; la milagrosa filmación de Mannish Boy, junto a Muddy Waters ("parecía una catedral gigantezca, el Winterland se estremecía al ritmo Mannish Boy", recuerda un conmovido Scorsese); el emotivamente desgarrador set junto a Bob Dylan, que incluía Forever Young mezclado con Baby Let Me Follow You Down, y el "grand finale" con I Shall Be Released.

Scorsese, al revisar el material en bruto, se dio cuenta que daba como para una película. En los meses siguientes, se dedicó a completar el material con sentidas entrevistas a The Band, quienes reflexionaron en perspectiva sobre el último show y su carrera en conjunto, dando emotivos testimonios sobre. Además, Scorsese pudo darse el lujo de filmar 3 canciones más: Evangeline, con Emmylou Harris, The Weight con The Staples y la suite de vals para el cierre) en un set, aplicando tomas increíbles y sus dotes como maestro del lente. Para comienzos de 1978, estrenó la película.

Mucho se ha hablado de que The Last Waltz es, probablemente, el mejor concierto filmado de toda la historia de la música popular. Yo creo que, más que ser el mejor, ese fue un momento irrepetible. La película, tal como Scorsese lo ha dicho, refleja a gente sencilla que expresa sus sentimientos en la música, desbordando pasión y espiritualidad en un verdadero ritual. La película deja inmortalizado un momento único, un "canto de cisne" sin decadencia, sin falsas sonrisas, sin ironías ni ánimos negativos.

The Last Waltz da cuenta de un grupo de 5 individuos sencillos, de mucho talento y de un sello propio, que fueron capaces de dejar un recuerdo indeleble de integridad, exploración, rescate y valor.

Se las recomiendo a ojos cerrados. Tuve la fortuna de verlo en el cine, en una función en el cine Alameda, el año pasado. Más rato la veré de nuevo, otra vez.



Lunes 12 de diciembre de 2005:

Nip / Tuck.

Lo admito, y creo que lo he dejado en claro en anteriores entregas: me gusta ver series de TV. Me gusta tener la posibilidad de ir siguiendo historias de ficción y ver la evolución dramática de una trama que puede ser demasiado sencilla, pero que el paso del tiempo la va enriqueciendo con pequeños detalles. No asistimos a un relato acotado, sino que a uno que va creciendo y va cambiando. En el fondo, es un seguimiento el que se hace, tal como lo indica la palabra "serie".

¿Qué más cotidiano que esa cada vez más decadente forma de vida del mundo occidental de alcanzar la perfección superficial? La gente, bombardeada por los infinitos mensajes que recibe de los medios de comunicación, da todo lo que tiene por mejorar el envoltorio. Liftings, implantes, liposucciones, reconstrucciones, y un largo etc. La lucha eterna por conseguir la juventud eterna y el éxito permanente, una fórmula que no es la definitiva. Un dilema de la realidad, que queda retratado de forma desastrosa en un show con formato de reality, pero que funciona efectivamente en la ficción.

Eso es lo que nos ofrece la serie Nip/Tuck, desde hace dos años, en el canal de cable FX en EE.UU. Causó polémica durante su primera temporada por los contenidos que trataba: el otro lado de la moneda de ese mundo exitista de las cirugías plásticas, la decadencia disfrazada de opulencia, la capa de mentiras y apariencias en las que caen muchos por proyectar éxito. No por ser, sino que por parecer.

Es el cáncer de nuestra sociedad alejada de metas espirituales y enriquecedoras para el alma. lo que importa es el grueso de tu cuenta bancaria y tu imagen de triunfador. La gracia de la ficción es que puede indagar con precisión en el fondo de la situación. Ejemplos los vemos en la grandiosa película American Beauty y en la perfecta Six Fet Under, de HBO. Sin embargo, Nip/Tuck ha logrado introducir un elemento clave para mantener nuestra atención cautiva: utilizar el recurso cercano de las historias humanas sufridas, esas extremadamente cebolleras, que podemos encontrar perfectamente en una mala teleserie de la hora de almuerzo, y que tan sutilmente podemos ver en letras de verdaderos clásicos de la "canción cebolla", esos himnos sufridos que calan en lo más profundo de nuestro sentimentalismo inmediato.

Dos cirujanos plásticos trabajan juntos como sociedad en una clínica privada en Florida. Uno es Sean McNamara (Dylan Walsh), un médico con una profunda vocación de servicio, que se siente incómodo con los aspectos éticos de la cirugía estética, se tapa de trabajo para evitar pensar en su crisis de los 40 años y en su familia, en apariencia perfecta, que se está resquebrajando, pero que lucha por mantener unida. El otro es Christian Troy (Julian McMahon), un doctor arrogante, narciso, superficial, vividor y mujeriego, que no está interesado en comprometerse seriamente en una relación y que no tiene problemas para tomar cualquier paciente, pasando por alto varios asuntos éticos. Dos tipos completamente opuestos, pero que se quieren como hermanos, se complementan en su labor diaria en la clínica. El elemento "cebolla" lo entrega el triángulo entre Christian, Sean y su esposa Julia (Joely Richardson, nominada al Globo de oro pro su papel), con un impactante secreto de por medio. ¿Cuál es ese? No se los diré, por si quieren ver la serie.

Las vidas contradictorias de los doctores es contada acá de manera notable en el relato gracias a las metáforas que se ven en los distintos pacientes que pasan por la clínica. "¿Qué es lo que no le gusta de usted?" es lo que preguntan de entrada a cada paciente que los va a ver. Y pasan casos de distinta índole: desde simples cambios cosméticos a verdaderos dramas humano, en donde la reconstrucción es parte fundamental de una rehabilitación. Cabe todo el espectro imaginable.

Sin duda, el gran mérito de Nip/Tuck es exponer todos los temas que se consideran tabú en nuestra sociedad occidental: la sexualidad, el cambio de género, la ética médica, la traición, los abusos de distinta naturaleza. Esa amplia paleta de temas es tratada con guiones provocadores e interesantes, cosa que se ve cada vez menos en lo que nos entrega la TV abierta a nivel mundial, plagada de restricciones.

Acá hemos podido ver las primeras dos temporadas. Allá en EE.UU. ya termina la tercera, con una creciente audiencia y un consolidado apoyo de la crítica. Este año ganó el Globo de Oro por Mejor Serie de Drama. Pero ya sabemos que esos espaldarazos no significan nada si no hay un buen argumento y un efectivo trabajo detrás. Nip/Tuck logra un notable desarrollo dramático en sus personajes. Vemos los cambios que van teniendo de aquellas definidas y contradictorias personalidades. Es una magnífica combinación entre un relato dinámico y entretenido con la crudeza de la verdadera cara del exitismo occidental representado en la cirugía estética.

En Nip/Tuck vemos la verdadera fealdad de un mundo tapado en botox y silicona. La cruda realidad del bisturí.



Domingo 11 de diciembre de 2005:

Elecciones 2005: Nada cambia.

Hoy en Chile vivimos una nueva jornada de elecciones. La sexta a la que me toca asistir, desde que me inscribí en los Registros Electorales cuando tenía 18 años, en 1999, y justo en un año de presidenciales.

Ahora, cerrando el 2005 y con 24 años a cuestas, he visto cómo las cosas han variado un poco: se inscribieron muchos más jóvenes que cuando yo lo hice hace seis años atrás; se respiraban "aires de segunda vuelta" y se llegó a esa instancia (una vez más, con diferencias más y diferencias menos, eso da lo mismo a largo plazo); se cayeron figuras emblemáticas de todos lados, provocando "aire fresco" dentro de la misma mierda (sale mierda vieja, entra mierda nueva... "meet the new boss, same as the old boss", como dijo Pete); y el país sigue exactamente tal como lo dejamos el Viernes pasado.

Las rutinas son las mismas: Domingo por la mañana, levantarse mucho más temprano de lo usual para ir a ejercer el derecho cívico como ciudadano que aceptó inscribirse de manera voluntaria; salir caminando a la sala más cercana al domicilio (en realidad, la que te asignen, pero en el papel se ve bonito); hacer una fila que dependerá de la hora a la que vayas a sufragar; depositar el voto y teñirte el pulgar con una tinta barata; llegar a la casa y encender la TV para toparse con un verdadero carnaval de cobertura en las mesas constituidas y en vías de; los primeros cómputos a eso de las 6 de la tarde; un tercer cómputo cuando terminan las noticias, con un ambiente ya perfilado hacia el resultado final; los análisis, con las celebraciones de los "ganadores" y los lamentos de los "perdedores". En resumidas cuentas: más de lo mismo que vemos en cada Domingo (o "Fomingo") de elecciones.

Pero he visto cómo las cosas han cambiado en este último tiempo: todas las encuentas mostraban que Bachelet bajaba, que Piñera subía, que Lavín ya era un muerto, que Hirsh era la revelación... tanta info tentativa que no deberíamos pescar a la hora de sufragar. Las encuestas son ultra manejadas y no son 100 % representativas. Al menos en teoría, pues se supone que, idealmente, representan al grueso del país.

Obviamente, se cumplió lo "pronosticado": hay segunda vuelta entre Bachelet y Piñera el próximo 15 de enero. Una crónica anunciada, algo que ya estaba sentenciado. Porque si transmites mañana, tarde y noche una idea por todas las vías posible, es casi seguro que se hace realidad. Y, en ese escenario, hay responsables.

Lamentablemente (y no soy el único que lo ha visto), he podido comprobar cómo los medios grandes, esos que ponen los temas en la pauta diaria y los que dictan la agenda, nos llevaron a esta segunda vuelta por intereses creados. Al ver quiénes están en los directorios de los dos principales diarios, quienes son los dueños de los canales de televisión y a qué poderes están asociados, esta duda se despeja de inmediato.

¿A quienes más que a la oposición le convenía que Hirsh subiera como espuma en las encuestas? ¿A quienes les conviene decir "si sumamos votos de Piñera y Lavín, estamos superando a Bachelet"? Si un canal de TV (y no cualquiera, sino el canal donde el dueño es uno de los candidatos a la presidencia) pone de encabezado en pantalla, y con sólo el 12 % de las mesas contabilizadas y algunas sin cerrar todavía, que "hay segunda vuelta", ¿esto no es influenciar lo que viene? Todo es dicho con segundas intenciones, nada se deja al azar.

El que les diga que no es político está desconociendo que el ser humano hace política todos los días. El sólo hecho de saludar cordialmente ya es un acto político. Claro que me gustaría que el voto fuera voluntario y que la inscripción fuera voluntaria, pero eso no es excusa para quedar fuera del proceso. Por imposible que sea el cambiar las cosas de fondo con nuestro voto, vamos formando camino. Vamos haciendo madurar esta nueva democracia, esa que fue pactada de formas oscuras y tratos con el mismísimo diablo de lo peor del ser humano.

Pero a la media parece no importarle. En el fondo, parece que les gusta tener una cabeza de gobierno autoritaria, un "papá protector" que provea de comida y abrigo a cambio de no pocos aspectos de nuestra libertad. Sólo así se explica la adhesión que los candidatos de la Alianza lograron en conjunto en esta elección presidencial. Por eso se explica también que el saliente presidente Lagos tenga una popularidad enorme: además de mostrarse ilustrado y capaz, deja bien en claro sus posturas y habla golpeado si algo no le gusta. Al chileno, bien en el fondo y sin admitirlo, le gusta esa autoridad poderosa y temible. ¿Resabios de la dictadura? Hay que mirar para atrás nomás para darse cuenta de que esto lo arrastramos de siempre: el "papá protector" es la contraparte de la casa dominada por la figura materna. ¿O acaso me van a desconocer el hecho de que en cada hogar es la mamá la que "lleva los pantalones"?

¿Qué hacer ahora? Sólo esperar a que sea 15 de enero y votar por el "mal menor". Hagan sus apuestas, y verán que nada cambia.



Viernes 9 de diciembre de 2005:

Eric Clapton´s Rainbow Concert.

Para comienzos de los 70, y tras su trabajo con Derek And The Dominos y sus colaboraciones junto a George Harrison, Eric Clapton se vino abajo. Se sumergió en una severa sobredosis de heroína y alcohol. Y todo esto por penas del corazón: estaba profundamente enamorado de Patty Boyd, la esposa de uno de sus mejores amigos, George. Clapton sabía que ese era un amor imposible. Y se resignó.

De paso, escribió algunas de sus líneas más dolorosas, junto a música intensa. De eso dio cuenta en su primer disco solista y junto a Derek And The Dominos. Además, todavía estaba sumamente afectado por la muerte de su compañero en Derek And The Dominos y amigo, Duane Allman, quien falleció en un trágico accidente en moto.

Una de las cosas más dolorosas que hizo fue el vender varias de sus guitarras para costearse la droga. Eric Clapton estaba cayendo en un pozo del cual le era difícil salir.

Para fines de 1972 Clapton estaba completamente "borrado". Y preocupó mucho a sus amigos, que trataban de ayudarlo. Uno de esos amigos preocupados era Pete Townshend, quien se movió para organizar un concierto y llevarlo de vuelta a los escenarios. Sin embargo, Clapton no se encontraba en buenas condiciones para ningún tipo de regreso: recién estaba saliendo de una cura de rehabilitación y eso requiere de un tiempo. Pero Townshend es de esos tipos insistentes que hacen lo imposible por rescatar a los suyos. Y sacó de un ala a Clapton de su retiro voluntario para ese concierto, fijado para el 13 de enero de 1973.

Para lograr que el evento fuese inolvidable, Pete convocó a varios amigos de Clapton: sus viejos camaradas en Blind Faith Steve Winwood y Rich Grech, Jim Capaldi, compañero de Winwood en Traffic; Ron Wood, en ese tiempo de The Faces y Jeff Beck Group; y Jimmy Karstein, baterista de JJ Cale. La improvisada agrupación se denominó "The Palpitations", y el show se registró en forma completa. La velada sería registrada para un disco que se lanzaría en u tiempo, el legendario "Eric Clapton´s Rainbow Concert".

La partida del show es con presentación de lujo por parte del anfitrión: "Damas y caballeros, el número que nos convoca: Eric Clapton & The Palpitations!", dijo Pete, y Clapton y compañía abrieron los fuegos de la velada con Layla, esa canción dolorosa de amor no correspondido; la versión que abre el disco en vivo es intensa, pero distinta: hay que destacar el toque que le da el maestro Townshend, quien le imprime potencia a la interpretación. El virtuosismo de corazón de Clapton se complementa de formas insospechadas con la guitarra firme y demoledora de Townshend.

El disco sigue su curso con ese tema compuesto junto a Harrison, Badge; la banda improvisada suena efectiva y Clapton se luce en la guitarra, a pesar de su estado débil y convaleciente. En las fotos, lo podemos ver un poco demacrado, con barba larga y pelo crecido descuidadamente, de inmaculado traje blanco con una camisa de colores. Y es el blanco el valor (ojo, no color) que prima en la puesta en escena. ¿Un símbolo de purificación? Probablemente.

El show continúa con un poderoso Blues Power, lleno de solos majestuosos y en la vieja escuela. Le sigue otra de las poderosas, Roll It Over, donde las voces de Clapton y Winwood se conjugan en efectiva armonía de dos partes. Esa intensidad propia de la espontaneidad sigue con la recordada Little Wind, de Jimi Hendrix, en una de las versiones con más corazón y espíritu que haya escuchado, y con el órgano Hammond de Winwood dándole un toque especial, más la característica línea de guitarra de Clapton.

Los ánimos suben con la acelerada Bottle Of Red Wine y el clásico After Midnight, ambos momentos muy lúcidos dentro del set, en donde Slowhand hace gala de todas sus capacidades para tocar esa exquisita guitarra de raíz, esa que no se aprende en los conservatorios o en los libros, sino que en la calle y viviendo. Estos mismos elementos aparecen en la hermosa Bell Bottom Blues, que confirma a la voz de Steve Winwood como una de las más privilegiadas a la hora de hacer armonías altas; la mano de Townshend en la rítmica le da una base inmejorable, a la vez que las va haciendo de maestro de ceremonias acá.

A continuación, uno de los momentos más bellos del disco: la sentida versión de aquel tema de Blind Faith, Presence Of The Lord, con un Winwood de protagonista emotivo. Le sigue otra clásica, Tell the Truth, seguida de Pearly Queen, otra vez con Winwood en las voces.

Esta emotividad da paso a los números más apegados a la vieja escuela del Blues: Key To The Highway (con un groove soberbio), Let It Rain (con una suite instrumental de lujo) y Crossroads, el cierre perfecto para la placa en vivo, tocada al estilo de Derek And The Dominos: banda grande, compuesta por grandes; mucho Blues en la estructura; solos llenos de corazón; improvisación precisa; y todo en perfectos 4 minutos 20 segundos.

Un increíble concierto que, afortunadamente, quedó registrado para la posteridad. Lástima que Clapton necesitó de 2 años más para recuperarse.



Jueves 8 de diciembre de 2005:

A 25 años de la partida de John Winston...

"Lennon, eras casi Lenin" (Mauricio Redolés)

¿Qué hubiera pasado si John Winston Lennon Stanley, también conocido como John Ono, parte fundamental de The Beatles y humanista a tiempo completo, hubiera seguido con vida y hubiera celebrado 65 años de existencia? La pregunta puede resultar inútil (weno, en realidad lo es), pero no por eso sin valor.

Siguiendo su historial político-activista, no me cabría duda de que Lennon se hubiera postulado como alcalde, gobernador o senador por Nueva York, la ciudad que él eligió como propia. Siguiendo el camino de su amigo Zappa, es probable que Lennon se hubiese postulado a alguno de estos cargos con el apoyo del "partido blanco", que él mismo habría fundado, con las sábanas de su semana en la cama por la paz tan recordadas. Habría sido el vocero de las campañas de Ralph Nader, junto con Vedder, en ese 2000 tan confuso para los gringos. O quizás le hubiese importado un carajo todas estas cosas que se me ocurrieron.

Tal vez Lennon se hubiese interesado profundamente en el Hip Hop como vía de evolución de la contracultura. A John le importaba muchísimo el mensaje que entregaba en sus letras (idealismo, amor consumado, pérdida de afectos en la niñez, etc), por lo que habría visto en esos raperos gangsteriles una nueva herramienta de difusión.

O, probablemente, y siguiendo los pasos de su amigo David Bowie (con quien comparte créditos en la canción Fame), le hubiera interesado el sonido industrial; así, hubiera conocido a Trent Reznor y a Marylin Manson; probablemente, habría colaborado con alguno de ellos en más de una oportunidad, operando las perillas de manera notable, recordando sus experimentos vanguardistas en sus primeros intentos de sicodelia.

En una de esas, Lennon se hubiera reinventado a sí mismo por estos caminos. Pero él era un fanático declarado del viejo y querido rocanrol de antaño, ese hecho por Chuck Berry e inmortalizado por su héroe de la adolescencia, el finado Elvis.

¿Habría hecho las paces definitivas con Paul, su amigo de aquellos años de rocanrol inocente? John ha sido quizás el único que podía desafiar a Paul y sacar lo mejor de él a la hora de crear, componer, grabar y tocar. Aunque John haya dicho que la sociedad Lennon-McCartney se terminó en 1962, igual encontramos complemento perfecto en las canciones de uno y del otro. ¿Un ejemplo de ello? A Day In the Life. No sería lo mismo si alguno de ellos no hubiera contribuido en ese pedazo de canción.

Pero John era tan volátil en sus determinaciones, que siempre la posibilidad del reencuentro estaba a la vuelta de la esquina. Aunque él nunca lo admitió abiertamente en público. Hay varias cosas que John nunca pudo perdonar, pero ¿who knows? El tiempo es el mejor remedio para esas heridas abiertas...

¿Se imaginan a Lennon involucrándose en el proyecto Beatles Anthology, revisando su historia? John no era dado a revisar hacia atrás. Si bien dejaba todo registrado de una manera enfermiza, Lennon era de los que se entusiasman un día y, al día siguiente, pasan a lo siguiente. Me cuesta imaginármelo revisando viejos videos de sus veinte y tantos junto a Paul, George y Ringo.

¿Hubiera seguido sacando discos como solista? Todo hacía prever que sí, tras el éxito de su regreso a la escena con Double Fantasy. Pero a John le interesaba mucho más criar a Sean, compartir con Yoko, y descansar siendo un dueño de casa en su suite del Dakota antes que quebrarse la cabeza por estar grabando todo el tiempo. Capaz que se hubiera convertido en una figura de culto viva, una leyenda sobreviviente, sin sacar un disco por año, sino que cada cinco. O diez. O quince. Probablemente, nos habría inundado con remixes extraños.

En una de esas, John se hubiera adherido a cualquier tipo de ideología, filosofía postmoderna, pomada o panacea del momento. Lennon era un ser humano impresionable, como cualquiera de nosotros. No es difícil imaginar a John abogando por causas nuevas perdidas.

Lo que de seguro detestaría con todo su ser es ese intento por elevarlo a la categoría de mártir y leyenda. A comienzos de los 70, y consultado con respecto a los caídos en el Rock, Lennon afirmó algo fuerte: para qué lamentarse y elevar a categorías de deidades a los muertos, cuando sí había que fijarse en los que seguían vivos y haciendo cosas.

Lamentablemente, encontró la muerte a las 10:50 PM de ese 8 de Diciembre de 1980, con cinco balazos por la espalda propinados por un fanático desquiciado llamado Mark David Champman, quien pasó por las tres fases: admiración, identificación y suplantación. Lennon se desangró camino al hospital, falleciendo a las 11:15 pm, convirtiéndose en aquello que nunca quería ser: un mártir. Las ironías de la vida.

Han pasado 25 años desde que John Lennon murió. Tenía 40 años y dos meses exactos. Uno de los tipos más descarnadamente humanos que haya podido expresarse a través del arte. Uno de los pocos renacentistas inquietos, de esos que tocan música, escriben poesía y ensayos, dibujan, hablan, filman y observan.

¿Qué estaría haciendo Lennon si hubiese llegado a los 65 años?



Lunes 5 de diciembre de 2005:

El primer CD de mi vida: The Beatles - Live At the BBC.

Hoy amaneció nublado. Tal y como hace exactamente 11 años. Y (coincidencia de por medio o, simplemente, un mero cálculo matemático), tal como hace 11 años, el primer Lunes de Diciembre trajo un poco de fresco al ambiente.

Fue en una tarde así, idéntica a la cual miro por la ventana en este minuto, en que me llegó el primer CD de mi vida. Más bien, los primeros dos CDs de mi vida: el nuevo disco doble de The Beatles, Live At The BBC, del cual ven la portada en esta ocasión. El primer disco compacto en mi vida. El primero de cientos.

Todo ese fin de trimestre estuve alucinando con el material nuevo de The Beatles. Siendo un fanático absoluto (mientras mis compañeros rayaban con el negro de Metallica y los Guns, yo escuchaba puro Beatles all day long :p), esperaba con ansias tener el "nuevo" material, con más de 30 tracks que nunca habían sido editados en disco. Ese material que cubrían en la etapa de Hamburgo, cuando se ganaban la vida despertando borrachos alemanes en esos clubes de mala muerte. ¿Cómo? Tocando rocanrol del weno, de ese que hace que sangren los dedos. Guitarras afiladas, voces al borde del quiebre. Así transcurrían esos días, en donde pulieron un repertorio variado, mostrando ya desde entonces sus cualidades de verdaderas "esponjas" de todo lo que los rodeaba.

El Viernes anterior me había comprado la primera revista Rock & Pop de mi vida: la número 7, la que tenía a The Beatles en la portada. La edición tenía un interesante diccionario beatle, con término que abarcaban de 1957 a 1966. Además, un adelanto de lo que se venía en el Live At the BBC y en ese no tan lejano proyecto llamado the Beatles Anthology. En esos días no estaba masificada la Internet, por lo que la única manera de estar "al día" con las novedades era escuchando la radio y leyendo estas publicaciones.

Todavía recuerdo la cara de contento que debí haber puesto cuando mi papá llegó a eso de las 8 de la tarde con el CD doble. Y envuelto en regalo!! Pero había un pequeño detalle: no tenía cómo escuchar el CD!!! Hasta ese día, disfrutaba de mi colección de cassettes de The Beatles de CrO2 en un equipo Crown de 300 watts de PMPO, que se escuchaba increíble en esos días. Después de la once, salí con mis papás. Fuimos donde unos tíos, que querían vender su reproductor de CD, una preciosa bandeja de 5 CDs. El reproductor tenía forma de tocadiscos, lo que le daba una onda especial; además, mi tío lo había traído de EE.UU., e incluía un adaptador de corriente. Lo compraron de inmediato, y nos devolvimos a la casa. Llegamos casi a la 1 am.

Mi asombro fue inmenso cuando conecté ese "tocaCDs" en mi Crown y puse el CD 1 de ese nuevo Live At the BBC. Lo escuché completo. Había puesto en el espacio "disc 2" el segundo CD. También lo escuché completo. Creo que los escuché unas dos veces completos cada uno. Me dormí pasadas las 5:30 am.

El material era (y todavía lo es), sencillamente, asombroso. Incluía una gran cantidad de covers. 9 de Chuck Berry (menciono sólo las "previously unreleased": Too Much Monkey Businnes, Carol, Johnny B. Goode, Memphis Tennessee, Sweet little Sixteen, I Got To Find My Baby), 6 de Carl Perkins (Sure To Fall [In Love With You], Gladd All Over), 4 de Little Richard (Lucille), una de Buddy Holly (Crying Waiting Hoping), entre muchas otras, incluso una inédita de Lennon-McCartney, I´ll Be On My Way.

El disco, además, incluye entretenidas locuciones de los programas en donde originalmente aparecieron estas presentaciones: Top Gear, Pop Go The Beatles (programa hecho especialmente para los Fab Four), Easy Beat, Saturday Club y From Us To You (otro especial, con cortina para la ocasión y todo). Estos programas eran conducidos principalmente por el legendario locutor de la BBC 1 Brian Matthew, quien mantenía la tradición de los programas con música en vivo de los Sábados por la mañana. Varias de las locuciones incluidas en el disco son hilarantes, mostrando lo "payasos" que eran estos cabros en sus años mozos.

Para The Beatles, aparecer en uno de ellos era un gran avance en su carrera, según recuerda Paul McCartney en el Anthology: "Siempre nos quedábamos los sábados por la mañana escuchando la BBC, esos programas que hacían la quedada en cama más deliciosa de fin de semana. Sabíamos que tenía un gran alcance entre los chicos".

El valor arqueológico de este material es incalculable. Honestamente, creo que hay muy pocos lanzamientos de material inédito que sean un aporte y que no salgan de lo obvio. El Live At The BBC de The Beatles se puede mantener por sí solo como un gran disco en vivo. ¿Qué importa que el sonido no sea impecable y que sea más Lo-Fi que Hi-Fi? ¿Qué importa que haya sido grabado "a pulso", con tecnología precaria, prácticamente con tan solo unos pocos micrófonos ambiente? ¿Qué importa que se haya grabado todo en cinta Mono y análoga? ¿Qué importa que, si lo comparamos con cualquier track producido por el inigualable George Martin, este disco resulte "simple"?

El gran valor de este CD es el de mostrarnos a The Beatles como lo que eran en esencia: ROCANROL!!!



Jueves 1 de diciembre de 2005:

Las guitarras de mi vida.

He estado tocando todo este año con una Squier Stratocaster negra, con la parte del medio blanca (una combinación a-la Eric Clapton en Derek And The Dominos)y un vibrato para hacer efectos de subida y bajada de tonos. He aprendido a sonar más "limpio" debido a esas despejadas cápsulas características de una Stratocaster. Es esa guitarra y su particular sonoridad la que es parte fundamental, al igual que el aporte de cada uno de mis hermanos-compañeros-amigos de banda, del sonido de Fother Muckers.

Sin embargo, hasta el 16 de marzo de este año, tocaba exclusivamente en una Samik Les Paul. Todavía recuerdo muy bien el día en que me la compraron, y fue prácticamente de casualidad: un Lunes 20 de mayo de 1996, estando en 2o medio en el Instituto Nacional. Desde los 12 años (específicamente, el Miércoles de la tercera semana de agosto de 1993) que tenía una guitarra acústica "de palo" y cuerdas de nylon, pero nunca la comprendí. Pasó guardada muchísimo tiempo, hasta que comencé a tomarla para intentar sacarle algún sonido a comienzos de 19996.

Nunca he tomado clases de guitarra. Sólo tengo como antecedente la crianza de mi mamá: ella tiene un grado de sensibilidad por la música clásica, y muchas nociones sobre teoría musical. Fue ella la que me enseñó las notas musicales y las primeras escalas por oído. Y fue ella la que me compró esa primera guitarra de palo que me costó tanto tiempo tomar para tocar.

Volviendo a lo de la Les Paul... teníamos que hacer un trabajo para el ramo Educación Musical, que consistía en tocar un medley de dos canciones de distinto tempo y unirlas de una manera particular. Con los amigos y compañeros de esa época (de los cuales sólo tengo contacto con uno de ellos solamente) nos "tiramos a la piscina" y nos pusimos a tocar, siendo que ninguno de nosotros sabía tomar ningún instrumento. Dos tocaban guitarra, uno bajo y a mí me tocó el teclado, pues tenía uno que me habían regalado la navidad pasada, un Yamaha de 5 escalas que todavía conservo. Por esas cosas de la vida, se fue uno de los guitarristas por "diferencias creativas" o no se qué. Y quedamos cojos de guitarras en un Viernes 17 de mayo de 1996.

Desesperados, y con esa prueba coeficiente dos encima, no sabíamos qué hacer. ¿Acaso habría que cambiar todo los que íbamos a "tocar"? Así llegamos al Lunes y nada todavía. Inesperadamente, mi mamá me lleva al Audiomúsica que estaba bicado en Matías Cousiño, esa calle corta detrás del Santiago Centro. Ella sabía que me tenía vuelto loco esa Samik Les Paul que veía en la vitrina cada vez que pasábamos por ahí. Entramos a la tienda, pruebo la guitarra y me dice "ahora esperemos a que tu papá llegue para pagar la guitarra". Ahí quedo impresionado!! Eso nunca me lo esperé. Mi papá llegó al rato. Esa guitarra costó en ese tiempo unos 180 mil pesos, y el amplificador Crate de 15 watts, unos 60 mil.

Al llegar a casa, no tenía ni la más mínima idea de cómo hacer sonar apropiadamente esa bella guitarra nueva. Con los cabros del grupo de trabajo nos juntamos ese mismo Martes 21, feriado acá en Chile. Y preparamos el set, con un tema de Radiohead (Creep) y uno de Metallica (Enter Sandman). Lo eligió la mayoría, por lo que no pude proponer ninguna tonada Beatle :(

La semana siguiente, la de la prueba, el sonido fue horroroso: las distorsiones anulaban el sonido de ambas guitarras, haciendo una masa inentendible. La falta de sincronización era extrema. Pero igual nos sacamos un 6.8... es que la etapa del colegio es demasiado blanda, jejejejje.

Así que en ese período fue en el que comencé a tocar guitarra. Sin clases de ningún tipo, sólo por oído y por imitación. A comienzos del siguiente año llegó la bella guitarra acústica de 12 cuerdas y me transportó a otro mundo. Y todo solo, dando pasos de ciego.

Obviamente, esa Samik no era tan buena como una Gibson o una Epiphone. Ahora sé con seguridad que las cápsulas dobles había que cambiarlas, que hay que hacerle manutención al menos 2 veces al año, y que hay que invertir en ella. La Samik Les Paul sonó por última vez en la última tocata de mi anterior banda, los Paranoias. La primera en que tuvimos un público más "numeroso". Nos cortaron el sistema de sonido y la luz. Y la Samik Les Paul se sacrificó por un arrebato de ira, sufriendo un quiebre en el diapasón. Hasta este día, aún no he hecho nada por repararla. Quizás es bueno dejar partir para emprender nuevos rumbos.

La guitarra (weno, el cuerpo) que ven en la foto es la clásica Gibson Les Paul Standard negra con vibrato Bigsby de Neil Young, su "Old Black" de siempre. La sostiene su técnico de guitarra, Larry Cragg. Se supone que Cragg tiene un método para dejarla siempre afinada, a pesar del abuso que el Bigsby le haga a sus cuerdas. "Secreto de estado", responde Cragg al ser consultado sobre su "técnica milenaria".

¿Alguien sabe cómo conseguir un wen vibrato Bigsby? Si mando a arreglar mi vieja Les Paul, lo quiero hacer con todo: vibrato, cápsulas y pintura. Se lo merece.

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