martes, julio 25, 2006

Otro archivo más: Deep Purple en Chile, marzo 2006, de toma.cl.


Quería escribir sobre algo, pero esta vez paso. Mañana hay que trabajar en pos del primer elepé de Fother Muckers, y eso implica una levantá temprano. Como estamos de vacaciones y, en verdad, por un simple y puro antojo, pondré otro archivo.

Esta vez es el de la cobertura del tercer show que Deep Purple dio en nuestro país, el Sábado 25 de marzo recién pasado. Me tocó cubrirlo para http://www.toma.cl y, en verdad, no lo disfruté. Ya le dedicaré unas palabras a mi juicio a Deep Purple. Por ahora, el archivo:

DEEP PURPLE EN CHILE: MAS NOSTALGIA QUE VIGENCIA .

Sábado 25 de Marzo
Pista Atlética Estadio Nacional
12.000 personas

Por Héctor Muñoz Tapia.

La del Sábado fue una jornada de pura nostalgia. Sin temor a equivocarme, me atrevo a decir que había, al menos, tres generaciones de gente en la Pista Atlética para el show que se enmarca en la tercera venida a nuestro país de uno de los pilares del Hard Rock a nivel mundial.

Sin embargo, queda un sabor medio amargo con la dudosa longevidad de Deep Purple: si bien han editado discos con material nuevo en estos últimos años (el penúltimo, “Bananas”, y el que los trae de gira por Sudamérica, “Rapture of the deep”), los shows en vivo son bastante inusuales. No los llenan de clásicos calados, sino que hacen un recorrido por distintas etapas de su extensa carrera.

Además, los fantasmas de Ritchie Blackmore y Jon Lord pesan demasiado en la actual agrupación, donde siguen al pie del cañón Ian Gillan, Roger Glover e Ian Paice, quienes permanecen en sus puestos habituales secundados por Steve Morse (guitarrista desde hace unos 12 años aproximadamente) y Don Airey (reemplazando desde hace unos 4 años a Jon Lord), el aún quinteto sigue girando por el mundo, siendo una de las bandas más activas… en cuanto a shows en vivo se refiere.

La tercera vuelta de Deep Purple no deja de tener un contexto anecdótico. Fueron el número de cierre de la serie de recitales “Cristal en vivo”, y tenían de apertura a una banda que no necesariamente era la más adecuada para tamaña labor. El trío De Saloon tuvo una lamentable pasada por el escenario, cuando la Pista Atlética ya estaba colmada de fanáticos del hard rock marca MK2. No alcanzaron a estar ni 20 minutos tocando, en un ambiente lleno de pifias, indiferencia y nulo recibimiento. El trío cumplió con la presentación, pero su paso será más olvidado que recordado.

De esa forma, la espera para el plato central se hizo más larga. Un público ansioso coreaba los riffs más reconocibles de la carrera de los Purple, mientras, entre gemidos de ahogo, pedían agua a gritos. Tan puntual como un reloj inglés, a las 21 hrs se apagan las luces y la música de fondo. Es el momento de la tercera aparición de Deep Purple en nuestro país.


Primero asume posiciones Paice tras la batería. Al mismo tiempo, entran Morse, Glover y Airey a la guitarra, bajo y teclados. Finalmente, un canoso, pelicorto y vestido de negro Gillan se ubica frente al micrófono y saluda al respetable. En ese momento, la música habla, con la partida dada por “Pictures of home”, pegada sin respiro con “Thing I Never said”, y los primeros aplausos eufóricos de abuelos, padres e hijos se dejan escuchar, junto con los vítores hacia los Purple.


Ian Gillan habla demasiado. Trata de contar historias entre una canción y otra. Pequeños relatos introductores para lo que se viene. Nos cuenta algo así como “un hombre quería un trabajo, pero le dijeron que era el hombre equivocado”, todo esto para presentar “Wrong man”. Ya en la tercera canción, es evidente que es Steve Morse el que va llevando la batuta dentro de la puesta en escena de los Purple modelo siglo XXI. Y el show continúa, con la nueva “Rapture of the deep” y “Before time begin”. La voz de Ian Gillan sigue manteniendo un nivel elevado, aunque los años encima se le notan al moverse. No corre de un lado a otro y, más que un furioso vocalista virtuoso, ahora parece un señor en equilibrio espiritual, tratando de predicar con las incómodamente prolongadas interrupciones entre una canción y otra.

El show de los Purple sigue con “Mary long” y “Contact lost”, seguidas de una sección instrumental, previa presentación del maestro de ceremonias Gillan, comandadas por la guitarra efectiva de Morse. Lamentablemente, el momento instrumental parece más un efecto facilista que un gesto de homenaje. Con guiños innecesarios a “Heartbreaker” y “Stairway to heaven” de Led Zeppelin, no se logra más que confirmar lo faltos de chispa que parecen estar los Purple del nuevo milenio. Lamentable.

Las cosas mejoran bastante con un clásico sólido de los Purple de antaño. “Lazy” inunda la Pista Atlética, con un inspiradísimo Gillan cantando como si estuviese en 1972. El respetable salta con una energía que ya se quisieran muchos, y pareciera que la fe en Deep Purple vuelve a surgir.

Después de un solo del nuevo tecladista Airey y la conocida “Perfect strangers”, se viene una seguidilla de clásicos del Rock de todos los tiempos. Como viejos zorros que son, los Purple dejan toda la carne fuerte para el final. Así, basta con que “Space truckin´” se asome para que la audiencia se vuelva a entregar sumisa ante los sonidos contundentes de la banda.

Luego, una suelta y relajada intro para la poderosa “Highway star”, y cierra la tripleta una indispensable de todos los tiempos, aquel riff seminal para muchos aspirantes a guitarristas de Rock, la que es muy fácil de aprender y tan difícil de aprehender, incluso para un avezado como Morse; “Smoke on the water” lleva todo hacia al catarsis. Sin duda, el momento más alto de la jornada. Todos saltaron, todos corearon, todos emularon el seminal riff de guitarra. Un magnífico cierre de set.

Tras un interludio de menos de dos minutos, Deep Purple vuelve a escena. Quedan algunas “sorpresas” dentro del concierto. Sin aviso, el bajo de Glover nos transporta a 1968 y comienza a sonar por el sistema de amplificación “Hush”, donde se lucen todos con pasajes de improvisación notables. Después, un cierre de la mano de un clásico como “Black night”, con una despedida formal, muestra de lo conservadores en las formas que siempre ha sido una de las bandas fundamentales en el desarrollo del Rock duro y de proporciones épicas durante los 70, junto con Black Sabbath y Led Zeppelin.

La zona aledaña al escenario se ha despejado completamente. Hay un par de camionetas encendidas que los esperan para subirse. Rápidamente, los Purple bajan del escenario y se suben a esos amplios vehículos, mientras los que están pegados a la reja ven cómo se alejan. Por el sistema de amplificación comienza a sonar una hermosa canción de Otis Redding, “Sitting on a dock of a bay”, dando cierre a la intensa velada de buen hard rock. A pesar de toda la nostalgia involucrada, el espectáculo cumple con lo que ofrece: un bonito recuerdo. Pero no es más que eso. La vigencia es algo que no está presente acá.

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