lunes, abril 23, 2007

Sobre Virginia Tech Vs el pan de cada día en Irak y la violencia.


Ha causado gran conmoción en el mundo la horrible matanza de 32 personas (puros estudiantes en la Universidad Tecnológica de Virginia (o Virginia Tech), en Estados Unidos, en manos de un chico norcoreano llamado Cho Seung Hui, de 23 años, hijo de inmigrantes. Según lo que se ha informado y ultra comunicado en medios, el chico tenía problemas graves de integración y no aguantaba más una situación que, de seguro, viven miles de jóvenes en condiciones similares ¿Qué hizo él? Lo que pasa cuando no se logra desahogar ni liberar todo ese resentimiento parido: descargarse contra los que consideres enemigos. Eliminarlos y sacarlos del medio. Aparte de renunciar a todo lo que conociste como vida y cotidianeidad.

El caso del joven coreano, que se quitó la vida borrándose la cara de un escopetazo luego de cometer el múltiple y lamentable delito, se suma a la tragedia que ocurrió en 1999 en Columbine. Más encima, el pasado Viernes 20 de abril se cumplieron ocho años de aquello. Lo que une estas desgracias es la alienación del mundo y la frustración. Eso conlleva a estos desenlaces catárticos en los que las vidas se van. Para ellos, es la única salida, la más dolorosa de todas.

¿Qué culpa puede tener la música de Marylin Manson (lo que escuchaban los de la tragedia de Columbine) o el ver una y otra vez Old Boy? Parece que a los medios gringos se les olvida que ellos mismos promueven la violencia en forma de miedo, paranoia y desesperación apocalíptica. La gente no se hace más violenta por escuchar a un roquero que usa la estética para darle forma a un mensaje de crítica, o a una película de culto japonesa. Es cosa de revisar los noticieros centrales de allá y de ver el contenido de las series de ficción que tienen semanalmente millones y millones de espectadores. Sinceramente, hay mucha más crudeza en el prime time gringo que en las películas hongkonesas, por ejemplo. No olvidemos el hecho de que esta violencia en ficción, en la mayoría de los casos, se usa para retratar y condenar una realidad que no queremos ver, pero que sí consumimos sin darnos cuenta.

Otro detalle que deberíamos considerar como relevante es el hecho de que la gente en gringolandia puede comprar armas de fuego hasta en supermercados y multitiendas, como quien se va a comprar un artefacto electrónico. No es posible que hasta cabros de colegio tengan acceso a un arma de fuego con tan sólo comprarla. Demás que, en estos días, los putos de la N.R.A., esos que Michael Moore persiguió, particularmente al que es prácticamente el viejo símbolo de tanta boludez junta, su presidente, el actor Charlton Heston, saldrán con actos reivindicatorios de su derecho a usar rifles y armas de fuego y ser unos enfermos mentales amparados por una política de mierda.

Lo de los medios infundando miedo y paranoia gratuitos no es ninguna novedad para ninguno de nosotros. Acá mismo lo vemos en las ediciones centrales de las noticias de los canales de televisión abierta. Los mismos que no dicen “ex dictador” sino que “ex comandante en jefe” y los mismos que le dieron duro al Transantiago, mostrando las mismas imágenes de caos, sin mostrar la otra cara de la moneda. Son tendenciosos y se rigen por principios propios. En otras palabras, les importa una wea qué piensa su audiencia, pues se saben todopoderosos al respecto. Es cosa de ver cómo nos informan: como si fuésemos tontos y carentes de opinión.

Esos mismos medios (no solo acá, sino que en todo el mundo) le dan varias páginas a una tragedia que se llevó al vida de 31 personas y le dejan el mínimo espacio a una terrible y lamentable atentado en Irak, donde un hombre bomba se llevó la vida de ciento noventa personas en un lugar público, por un coche bomba. ¡190 personas! Un número, ante todos los ojos de cualquiera con más de dos dedos de frente. Y de eso, apenas nos enteramos. Ya sean 32 o 190, son vidas humanas que encontraron un nefasto y arbitrario punto final. En verdad, la muerte trágica de tan sólo una persona debería afectarnos como seres humanos. Pero ese es precisamente el problema: nos insensibilizamos ante la masacre, la inhumanidad y los horrores que nosotros mismos somos capaces de realizar.

Al parecer, el ver tanta noticia sobre los conflictos armados en el medio oriente nos ha vuelto indolentes ante lo que recibimos de allá. Además, cultural y geográficamente hablando, el medio oriente queda demasiado lejos y es una cultura que no comprendemos del todo (por no decir que ni siquiera hacemos el esfuerzo por intentar comprenderla siquiera), lo que hace que estemos emocionalmente alejados de lo que pasa allá, pero que sí nos impacta el triste desenlace de Cho Seung Hui en Virginia. A él le damos espacio. Mostramos sus videos de delirio frente al espejo (los que el mismo chico mandó junto con una carta, en un sobre por correo, a la NBC; horrible decisión del canal que lo difundió, por lo demás), pero no denunciamos a los que secuestran y ejecutan civiles en zonas de guerra. Y todo esto es, en gran parte, por nuestra intromisión como cultura occidental en sus vidas y sus costumbres. Todo por el afán de unilateralidad que la administración gringa pretende con cada vez más fuerza.

La violencia en Irak, lamentablemente, es pan de cada día. Ya no nos resultan novedosos los diarios atentados y ataques en lugares y plazas públicas. Tampoco que el gobierno de gringolandia siga ahí, porfiando como weones, en pos de la “defensa de la libertad”. Si alguien reclama en contra de ellos, se le quita importancia. Eso ya no ocupa grandes titulares ni pesar colectivo, sino que un mezquino apéndice en la sección de “internacional” de cada diario y noticiero. Estoy seguro que, en el momento que escribo esto, algo lamentable está pasando de nuevo. Y más rato también. Y mañana, de seguro. ¿Nos enteraremos de alguna de ellas? Tal vez sí, tal vez no.

Quisiera no pensar ni asumir que nos hemos vuelto indolentes hacia el dolor ajeno por el hastío de verlo por los medos todos los días. El día en que nos volvamos indolentes será el día en que dejamos de ser humanos. El siempre sabio Neil Young cristaliza este repudio a la violencia hacia nosotros mismos en ese pedazo de canción que es Ohio, junto a David Crosby, Stephen Stills y Graham. Nash. La canción habla sobre la tragedia en Kent State, a comienzos de mayo de 1970. A menos de 2 semanas de lo ocurrido, la canción rotaba en radios. Y la gente reaccionó. ¿Podrá pasar algo así nuevamente? Quién sabe.

Ohio, de la gira Freedom Of Speech, de CSNY 2006...

1 comentario:

noesmasqueblabla dijo...

Sigo en la U y debo quedarme acá hasta las 9 de la noche... Necesito mi cama.