lunes, octubre 02, 2006

Sobre pinchar discos y la "long cool woman in a black dress".


Con mis días de fin de semana recuperados tras haber terminado las grabaciones del disco, he ganado mis fines de semana y las últimas tardes de los días hábiles. De estar ocupado de Lunes a Domingo he vuelto a tener bajo mi poder al cada vez más preciado fin de semana, ese par de días donde es conveniente descansar la mente. Y en eso no hay anda de malo, al contrario.

Sin embargo, mis ganas de salir han disminuido mucho. Parece que perdí la poquísima costumbre que tenía. Ni siquiera me animé a ir a lo del evento en La Florida donde se presentó Weichafe en un intenso set (según me informaron) de casi media hora.

El Sábado en la noche las estuve oficiando de Dj en una fiesta, la de cumpleaños de mi primo Daniel. La pega de un ponedor de música tiene sus altos y bajos. Y ésta era para gente mayor que yo, casi todos al menos un par de años (Daniel cumplió 28). Hace unos 15 12 años, esa diferencia de edad era insufrible y generaba un abismo de diferencias, de esas del tipo "yo paso por las cosa antes que ustedes, pendejos de mierda". Ahora, todo es calmo. Más bien, hay respeto mutuo. No sé qué será, si el paso de los años o el cariño fraternal que todo lo supera. En el fondo, somos de una misma generación a nivel global, al de los cabros que vivieron toda su adolescencia en los 90, los que se criaron con esas canciones pop que estaban cargadas a las guitarras y a lo seudo himno. Sin embargo, la nostalgia te hace retroceder al menos una década: ayer sólo pedían cosas de los 80, cosas simples, cosa para pasar el rato bailando. Ahí es mejor ponerle "piloto automático" al asunto y olvidarse.

Lo mejor de poner música no es ese "piloto automático", sino la previa al baile y ela fter bailongo, cuando puedes poner lo que se te antoje y que pase piola igual. Imagínense pasar Dope Nose de Weezer, la gran Kamera de Wilco, un Richard II de Supergrass, un This Is A Call de Foo Figthers, la nueva Nausea de Beck, una favorita personal You Better You Bet de The Who y un Dark Side Of Matinee de los Franz Ferdinand, por ejemplo, y que nadie se de cuenta que estás corriendo mucho riesgo. Claro que, desde luego,e sos e acaba cuando el dueño de casa te pide que pongas la seleciónd e baile (compuesta por un porcentaje ínfimo de canciones notables y el resto de puras mierdas olvidables y desechables, de esas que abundan en los charts de todos los tiempos). Pero igual se hace el esfuerzo por el resto. No hay que ser un obtuso imbécil pue, ¿cierto?

Wilco - Kamera

Powered by Castpost

La noche avanza, los "viejos" se van alcoholizando cada vez más, gente entra y sale, y yo ahí, en el rincón, tratando de que la bulla no se caiga por el computador colapsado conectado al equipo de música legendario y un mouse que no respondía casi nunca. En medio de tod eso, mis ojos y mis sentidos se maravillaron en algún momento. Llegó una pareja que parecía recién salida de la lista de invitados a una boda a algún evento ultra formal. Y ella me deslumbró: su vestido negro de rigor formal pero lo suficientemente revelador; un rostro jovial, de esos que tienen una sonrisa coqueta y cómplice, como si te dijeran "sé algo que no sabes, si quieres te lo digo"; y una energía que demás que ya venía activada. Ella casi ni habló con nadie, sólo bailaba. Con su acompañante (no tengo idea si era su pololo, así lo parecía), con un par de amigas con las que se encontró, consigo misma. ¿Me acerqué a ella para hablarle? No. Sólo la miré, la contemplé, la admiré. La vi. Me importó un carajo qué iba poniendo el "piloto automático" en ese minuto. para mí no existía nada más que ese momento.

Cuando el carrete ya estaba terminando (en ese momento delicioso en que voy poniendo música demasiado piola y de mi gusto para suavizar el ambiente de casi amanecida), le pregunto a Daniel por esa chica del vestido negro, esa "long cool woman in a black dress", como diría esa canción de los Hollies. Me responde que no tenía idea de quién era. ¿Amiga de una amiga? Ni eso. Sólo alguien que llegó de casualidad ahí.

Si por el sistema de sonido pasaba alguna canción de bailongo momentánea, por mi cabeza pasaban guitarras rocanroleras cincuenteras que te revuelven los sentidos y te dan vuelta la cabeza varias veces. ¿Seré un viejo de gustos? Parece que sí, extrañando lo que no pude ver. No bailo en lo más mínimo (a pesar de que una amiga de la u me haya dicho que yo sí bailaba, tras verme tocando en vivo con Fother Muckers) y no tengo mucha habilidad tampoco. lo mío es “guitar tocarra”, guitarrear, tocar guitarra, sacarle notas a las seis o doce cuerdas. Pero no moverme como trompo suelto en una pista de baile. Ni siquiera es sueño frustrado. Simplemente, no se me da mucho, ni siquiera para hueveo.

¿Podré aprender y/o aprehender a bailar? Nunca es tarde, pero no sé. De querer aprender, necesitaría una profesora avezada en la materia. Como esa preciosa chica de vestido negro y cómplice mirada que mantuvo mi atención ese Sábado en la noche. Ni idea si el destino nos encuentra. Tal vez sí, tal vez no. A estas alturas, me quedo con el recuerdo de lo que contemplé. Al menos, sé que me la puedo programando música.

No hay comentarios.: