sábado, julio 14, 2007

El Paso.


No sé cómo puede llegar el siguiente mensaje que les voy a comunicar a continuación. Es muy probable que alguien por ahí se haya inspirado en mi pobre y triste historia, y la haya volcado en palabras. Pero weno, acá va.

Recorro la frontera de Estados Unidos, el mismo sitio que lleva poco más de cien años formándose. Y ha sido duro. No es fácil hacerse nombre a punta de balazos y fuerza, pero es lo único que conocemos. Invadimos y avanzamos. Desplazamos lo que hay. Lo aniquilamos y tomamos a la fuerza las cosas que queremos.

No conocemos de sutilezas aún. ¿Quién querría, si a cada rato hay que cuidarse las espaldas por si te disparan sin ver siquiera el rostro de tu verdugo? Ando a caballo, el sombrero me tapa del sol, y casi estoy llegando a un pueblo en el oeste de Texas, llamado El Paso. He recorrido mucho de este lado del país. El calor, la sequedad, la tierra del camino. Todas esas cosas las tengo casi incorporadas en la piel. Y El Paso es solo una parada más de mi recorrido.

Llego al pueblo y recorro con tranquilidad. La gente está bastante mezclada y parece que nadie me reconoce. Llevo un botín algo modesto (en verdad, tendría más, pero me la paso gastando en cantinas y cosas así, como disfrutando la plata) y me dispongo a entrar al bar que dice ser de una tal Rosa. Ese debe ser el Rosa’s bar del que me hablaron algunos compañeros de ruta que asaltaron alguno que otro banco. Justo antes de entrar se cruza en mi camino la criatura más bella que haya visto jamás: una chica mexicana a la que yo le pregunto inmediato su nombre: se llama Feleena.

El Paso, de Marty Robbins...


La noche nos encontró dentro del bar de Rosa, con Feleena bailando al ritmo de la música que tocaban unos locos en violines y banjos. Bailé con Feleena hasta muy tarde, parecía que ese momento duraría para siempre. Sus ojos negros como la noche me hechizaron perdidamente. Si por í fuese, me quedaría en ese pueblo fronterizo toda la ida. Mandaría al carajo mi vida corriendo, mi vida de ruta. Con Feleena encontré algo extraño para mí que llaman paz y armonía. Estaba enamorado, pero pronto sabría que todo sería en vano.

De repente, más salvaje que el salvaje viento de Texas, llegó un vaquero que nunca había visto antes. Mucho más joven que los tipos a los cuales me topo a diario en mi ruta. Casi se me va el mundo cuando diviso a Feleena… compartiendo un trago con este infeliz!! ¿Cómo mierda me hace eso? ¿Por qué? Sin dudarlo, lo reté a duelo. Desenfundé mi arma y lo desafié por el amor de la chica de ojos oscuros que parecía habernos hechizado a ambos. Cuando lo vi bajando su brazo para desenfundar su arma, supe que mi duelo había sido respondido. Estábamos ahí, en medio de la calle, sabiendo que uno de nosotros moriría. Sin darnos cuenta, uno de nosotros le había ganado al otro. Ahí yacía el joven arrebatador, muerto en el piso.

Como los sheriffs no entienden de duelos de honor, sabía que de inmediato me irían a agarrar por haber matado a un infeliz. No quería que me encerraran ni nada. Sólo un pensamiento cruzaba mi mente: huir. Rápidamente, saqué un caballo de los que estaban amarrados tras el bar; elegí el que se veía que podía correr más fuerte que el viento. Me subí al caballo, y cabalgué de inmediato. Sólo me quedaba huir a Nuevo México y no volver., como siempre nomás.

El Paso, por The Grateful Dead...


Pero mi amor por Feleena es más fuerte. Nunca dejé de pensar en ella, ni siquiera por el tipo al que maté. Ha pasado un wen tiempo sin que yo me haya siquiera asomado por El Paso. Sabía que mi vida allá no valdría nada y que me atraparían. Si no era la ley, la venganza en manos de alguien más. Pero no aguanto más. Mi amor por ella es más fuerte que mi miedo a la muerte. Cabalgué de noche, rápido. Solo como la noche y la oscuridad. Quizás mañana una bala me encuentre, pero no se compara al dolor y al angustia que siento sin verla.

Estoy apenas a una bajada de colina de El Paso, y ya puedo divisar el bar de Rosa ahí abajo. Corro lo más posible para alcanzarlo, pero escucho ruidos. Sin darme cuenta, tengo a cinco tipos en caballo que me persiguen y que empiezan a disparar. No sé con qué fuerza le di al caballo, pero corrió rápido. Necesitaba llegar a la puerta de atrás del bar. Y justo cuando creo haberlos perdido, siento un ardor enorme en mi espalda. El dolor es tan grande que no me permite seguir cabalgando. No pasa mucho tiempo antes de que caiga finalmente al suelo. Era una bala que estaba terminando conmigo.

Pero mi amor por Feleena es más fuerte que cualquier herida de bala que tenga alojada en mi cuerpo. Sin pensarlo, me levanto de donde caí y alcanzo a ver un humeante trayecto de una bala que se alojó directamente en mi pecho. Habían esperado el momento desde hace tiempo. Lo sabía muy bien, yo hubiese hecho lo mismo. Pero la bala que recién me había perforado me hizo caer al piso nuevamente.

De la nada, aparece Feleena. La veo correr hacia mí. Me besa y se arrodilla para sostener mi debilitado ser. Protegido por esos dos brazos, sabía que mi muerte no podría ser mejor. Estar a su lado me protegería de cualquier cosa que me deparase el más allá. Sólo necesito un último beso de ella para irme de este mundo. Antes de decírselo, ella toca mis labios con los suyos en el trago más dulce que jamás haya probado. Justo antes de despedirme. Un beso a Feleena, y adiós. Adiós de este mundo. Adiós a la vida en la ruta. Pero no adiós a Feleena. A ella me la llevo conmigo.

(Inspirado en El Paso, de Marty Robbins)