miércoles, mayo 09, 2007

Sobre dos chicas distitnas de las cuales me es fácil enamorarme.


Son las 12 y media de un Viernes cualquiera en un lugar de trabajo. Nada fuera de lo común, salvo por el hecho de que veo a dos bellas chicas discutir entre ellas. Voy bajando al segundo piso y me encuentro con esa escena. Hay gente que espera ser atendida, gente que necesita solucionar problemas y que pone en manos de ellas 2 la solución a sus aflicciones. Y ellas discuten por el colapso de una y la falta de tacto de la otra. Cuando una chica llega de haber recorrido el centro durante toda la mañana y se lastimó, y la otra no sólo es indolente ante ese leve colapso sino que ironiza sobre él, ya es material suficiente para discusiones. Y para el afloramiento de sus verdaderas personalidades, sin máscaras formales de oficina ni posturas tipo escudo para que no entren balas.

Siempre me llamaron la atención estas dos chicas de misma edad, con cumpleaños en días muy cercanos, en un mismo rango, pero de personalidades muy distintas. Soledad y Claudia llevan casi un año trabajando juntas y compartiendo labores en el mesón, en los despachos y en hacer funcionar esos 2 pisos que antes funcionaban como mundos apartes. Ustedes saben, esto de las fusiones va descolocando lo cotidiano y va cambiando cosas.

Soledad lleva trabajando ahí más de 6 años. Este es el primer trabajo de su vida y los sigue manteniendo. La Sole tiene 29 años y una vida personal que mantiene para sí. Delgadísima como una modelo promedio, la Sole va siempre vestida con formalidad de mujer joven exitosa: trajes negros de preferencia, apegados a su delgado cuerpo, pelo que quiere crecer más pero que ella se mantiene corto hasta los hombros. Ella fue la primera persona con la que hablé en mi primer día de trabajo, y me advirtió de partida que podría ser una persona bastante desagradable de trato, pero que la disculpara si en algún momento no me hablaba bien. Sólo asentí con la cabeza. Y no compartí mucho con ella en esa semana, su última antes de unas merecidas vacaciones de tan sólo dos semanas completas.

Claudia llegó justo al día siguiente del último de Sole y, de partida, te impacta la refrescante luminosidad que proyecta. Lo primero que hizo al verme y saludarme fue darme un pedazo de pan que trajo como la cola de su desayuno. De pelo lago al viento, una sonrisa en casi cada momento en que uno la puede mirar y unas largas faldas casi de niña, la Claudia pareciera refrescar el ambiente cada vez que pasa. Y eso que era un día frío, en el que incluso llovió. Por esas cosas de la vida, compartí mucho con Claudia las dos semanas siguientes de pega. Después de la hora de cierre de atención a público, siempre subía a fumarse un cigarro. Como yo estaba completamente solo en ese gran salón de audiencias, sólo con la compañía de la música al lado, el ver a Claudia llegar era lo mismo que ver a una musa medio niña medio mujer aparecerse entre la niebla. Una figura bien recibida para los ojos y para el ánimo.

Nos tocó una vez salir a los dos durante toda una mañana. Conversamos mucho sobre la vida. Su aura de adolescente difícilmente podría hacerme ver que tiene un hijo de 2 años, que estuvo casada, que se separó, que mantiene una relación cordial con el padre de su hijo y de que está en una relación cada vez más seria con un colega del trabajo, un tipo que en esos días andaba de vacaciones. Hablamos del amor y sacamos algunas conclusiones medio realistas del tema. Lo suficientemente realistas si se considera que fueron entre viajes en micro y largas caminatas.

Sole llegó de vuelta de sus cortas vacaciones al día siguiente. Y le sorprendió verme aún en esas fechas. Se suponía que mi estancia ahí iba a ser corta, pero ni sabía que me quedaba más tiempo. Volvió con su elegancia habitual, que dista mucho de la frescura informal que luce Claudia, como si fuesen días de primavera nomás. Y Sole se mantiene incólume, sin comunicarse mucho. Al menos, eso creía yo.

Pasaban los días y me encuentro hablando mucho con Sole de un montón de cosas. No sé si habré empezado a “sacar la welta” o algo así, pero conversábamos harto, sobretodo después de las 2 de la tarde. De a poco, esa coraza de formalidad de adulto joven empezó a desaparecer mi me encontré con una chica normal, con sueños, proyecciones y sacrificios. En Sole vi lo que hace una pega tan rutinaria como la que le toca hacer: para sobrevivir, se hace necesario dejar parte de ti fuera del horario de oficina. No sé si sea cubrirte de capas necesarias para defender tu individualidad, sino que va más por el lado de cuidar tu propio yo. Cada vez me interesaba saber de Sole. Y cada vez escuchaba con más atención.

Era lógico que estas dos personalidades tan disímiles se enfrentaran por pequeños detalles, como esa discusión que les vi ese Viernes. Pareciera que el mundo iba a detenerse en ese momento encapsulado en cuadro, pero no lo hizo. Y todo quedó ahí, entre relajo y dejar pasar.

Mientras más iba conociendo a Sole y Claudia, más me daba cuenta de lo distintas que son. Son dos caras de la misma moneda. Dos chicas que han sacrificado mucho en sus 29 años. Dos chicas de las que yo fácilmente me pude haber enamorado por miles de razones, algunas verbales y otras tan sólo de vibras. De esos amores medio platónicos, cuando te gusta la vecina que es un poco mayor que ti, pero que vive en un mundo completamente distinto al tuyo. Mientras aún juegas, ellas están a punto de salir del colegio y asumir roles de adulto. Con ellas volví a sentirme, en cierto modo, cabro chico. Siendo el menor allá, era fácil. Con ellas, volví a esos moods de escolar de séptimo básico, cuando conversaba con chicas mayores que yo y las idealizaba a casi todas.

Lo que iba a ser tan solo un mes en las vacaciones terminó siendo un período de más de 2 meses y medio trabajando de Lunes a Sábado. Y compartiendo, por cierto, con estas dos chicas tan distintas entre sí. Aprendí a conocerlas y a quererlas por separado. O en conjunto.

1 comentario:

noesmasqueblabla dijo...

Wau... estoy impresionada por el giro en 180º que te pegaste con este texto... algo que no habría esperado de ti
Pero que me gustó mucho...