lunes, agosto 11, 2008

Sobre el viernes all the rato, la pega, la reveldia y la vida.


El viernes en la mañana, previo al desayuno, vimos motos en un estacionamiento y yo de inmediato me envolé. Siempre he querido una moto, siempre me he preguntado cómo sería el poder manejar una moto, andar por la carretera en una y sentir el viento en tu cara mientras la manejas. Después de un beso, me dice que no lo haga. “Es peligroso, doling”, me decía con una dulzura que hizo que todas mis convicciones y anhelos sobre las motocicletas se fueran al carajo. Bastó su cándida voz convenciéndome de no hacerlo para quedarme en ese momento, con ella al lado y un desayuno esperándonos.

¿Ven esa foto? Me la tomó ella. Con esa tenue luz del Mist, donde tocamos de manera flash, relámpago, con apenas unos días de tener la fecha lista. No era para menos: ese viernes 8 del 8 del 08 estrenábamos Los Ases Falsos en la radio, y así fue. Salió como lo quisimos, muy temprano, a las 8 de la mañana con 8 minutos exactamente. Y, por lo que nos contaron, la gente lo escuchó y una niña llamada Vanessa lo subió para que el resto lo escuche. Por acá se puede apreciar: http://www.imeem.com/people/uX1CwXc/music/UdhPf5YF/fother_muckers_fother_muckers_la_grua_rp_los_ases_fals/ . Ahí está completo, con entrevista a unos madrugadores muckeiros con Copano en La Grúa. Y pudimos ver el comienzo de los juegos olímpicos más encima.

Cuando vale la pena hacer tevé...


En el cuarto piso, la pega es intensa. La pega paga, y paga bien en verdad. La pega dice “flexibilidad horaria”, un sueño para cualquier ser humano que está acostumbrado a mantener horarios rígidos para trabajar. Te dan confianza, te dicen que confían en ti. ¿Y qué haces tú, el tonto tú? Te lo tomas literal. Pero siempre debiste haber sabido lo siguiente: no importando el contexto ni las circunstancias, la pega es pega, y punto. No importando que el equipo de trabajo con el que compartes sea de gente afable y que te respeta porque eres eficiente, no importando que veas muestras genuinas de aprecio por tu partida a mil. No importa nada de eso. Al final del día, el nuevo jefe es igual al antiguo jefe, como bien lo dijo el siempre sabio Pete Townshend. A Pete Townshend sí que no le falta nada de rock y siempre lo defenderé de toda la sarta de ofensas que le tira el dulce plomito.

Yo tenía razón...


La pena invade tu ánimo y congestiona tus ojos. Y ella está ahí contigo, para consolarte, para levantarte del suelo. Para decirte que de esta vas a salir airoso. Para decirte que cree en ti. Para que veas el vaso medio lleno y no medio vacío. Y te lleva a tu casa para que te recompongas un poco de un ajetreado día. Y juntos salen acarreando las cosas y las maletas gigantes porque no te quisieron escuchar la noche anterior, cuando necesitabas más que en otros momentos la ayuda de tus hermanos. Y juntos toman un taxi para llegar más rápido, pero no cuentan con los tacos. Y llegan. Y se relajan un poco. Y todo sale bien, muy bien.

Un amigo muy querido va a tocar. ¿Vamos a verlo? Claro que sí! Vamos volando, aunque lleguemos unos 15 minutos tarde y nos topemos con alguien que no conocíamos tocando entremedio. Pero el amigo vuelve y se manda un set de lujo. Y nos ve juntos cantando y él escucha desde el escenario nuestro canto y otras cosas. Y nos levanta el ánimo a los dos, nos da un golpe anímico fuerte, muy fuerte, suficiente como para volver al otro lugar y seguir compartiendo. Y esperar a salir a escena. Y tocar fuerte, tanto que en el camino de regreso te incomode mucho el nivel de volumen de Black Label Society en el auto que te lleva de vuelta. ¿Me estará faltando rock? ¿Me está sobrando folk?

Si lo pensamos bien, el mundo no ha cambiado ni siquiera un poco, a pesar de todos los cuentos de ciencia ficción que se han escrito a lo largo de la historia. Cambia nuestro entorno, pero los sentimientos, la moral, la emotividad, el amor y la existencia son exactamente los mismos, desde que existe la vida como tal. Es como si las grandes revoluciones no hubiesen sido tales, sino que cierres de una etapa para comenzar otra de configuraciones no tan distintas a la que se cerró. Son siempre las mismas cosas las que nos mueven, las que amamos, las que tememos, las que añoramos y las que hacemos.

El revelde...


Y el conflicto generacional sigue ahí, presente en cada momento. Y la reveldía (léase tal cual, con la V, como lo escribe el Chizzo). Y pensar que, en un momento de mi vida, yo no creía en la reveldía. Y es esta la que nos permite ir creciendo, ir encontrando nuestras propias cosas, nuestra propia identidad, con todos los errores que podamos cometer y todos los aciertos que podamos disfrutar. Y mi camino no fue el de convertirme en un gordo ingeniero mediocrizado por la moral, con una pose de joven de espíritu pero un cuerpo desgastado, con huellas de frustraciones del alma a cuestas. Menos mal que no seguí ese camino, el que todos esperaban que yo siguiera. Decidí vivir la vida que YO quería. Y la reveldía existe. Dylan lo afirma y Neil Young le hace canciones. No es un capricho, es tu derecho a ser tú mismo.

Elegimos ser jóvenes. Elegimos vivir. Elegimos crecer. Sin la moto. ¿Qué me dices, doling?