martes, enero 29, 2008

Amazing Journey: The Story Of The Who.


Tan solo fijándome en el material oficial disponible y en la cantidad de bootlegs de video que andan dando vueltas por ahí, puedo ver que prácticamente no hay grupo que haya hecho una tarea más rigurosa a la hora de registrarse como lo hizo (y sigue haciendo) The Who. Para introducirse en el maravilloso mundo de The Who, nada mejor que el documental antológico que realizó el fan Jeff Stein, que tiene por nombre The Kids Are Alright, y sobretodo en su edición en DVD ( http://www.fotolog.com/hecrock41/8571074 ).

A pesar de notables y sentidos trabajos (el especial de los 25 años de Tommy, el video de la caja de los 30 años de R&B y numerosas citas en muchas partes), no había habido un intento por contar la historia definitiva de The Who. Desde siempre se sabía de lo explayado y honesto que es Pete Townshend a la hora de hablar sobre su vida y los Who, al igual que su banmeit, Roger Daltrey. A pesar de la parida de Keith Moon y de John Entwhistle, con The Who siempre se sintió que no estaba todo dicho. Y la prueba de ello es su regreso, con tan sólo su mitad de Townshend / Daltrey, de gira por el mundo del 2006 en adelante, y con un soberbio disco como lo fue Endless Wire. Y ahí sí que se sintió la necesidad de plasmar en un relato definitivo su historia. Tanto de ellos como de sus fans. Esa fue la premisa para la esperada The Who Movie, que finalmente tuvo por título Amazing Journey: The Story Of The Who.

El primer trailer...


Murray Lerner, el realizador que documentó el festival de Newport y l de la Isla de Wight en 1970, capturó de manera única el glorioso set con el que The Who cerró una de esas jornadas. Y fue él el que, hace casi tres años, anunciaba en una página tan sencilla como thewhomovie.com que estaba en plena producción de la película definitiva sobre The Who. Y el asunto prometía, señores: los mismos productores del gran No Direction Home: Bob Dylan (los señores de Spitfire), entrevistas a músicos influenciados, sendas confesiones de Pete y Roger y archivo de John más acertadas cuñas de Keith. El relato prometía involucrar a los fanáticos en todo el proceso, y para ello Lerner invitó a los fanáticos, mediante un aviso en la página, a aportar con lo que tuviesen de material para el documental, lo que sea: rollos de películas de 8mm, cintas de VHS, autógrafos, discos de ediciones de colección, y todo lo que se les antojara. Hasta glorioso trailer tuvo el, en ese entonces, documental llamado “Who’s still Who”, que contenía unas imágenes de archivo que los fanáticos hemos buscado toda la vida.

Sin embargo, la fecha de lanzamiento seguía posponiéndose, todo para poder darle forma a la historia que se quería contar, además de poder ver con un poco más de calma el regreso de The Who a la escena activa, con disco y gira. Del otoño de 2006 pasó a mayo de 2007 y, finalmente, el material vio la luz al comenzar el mes de noviembre del año recién pasado, con un nuevo título y la configuración definitiva: 2 discos DVD, el primero con la película en sí, de dos horas exactas, con una edición y fotografía de lujo, como corresponde para repasar más de 40 años de trayectoria. La historia de The Who supera cualquier expectativa, entre choque de personalidades, evoluciones, genios creativos, competencia interna y pasión sobre el escenario. El relato nunca baja la guardia y siempre te sorprende, tanto como un wen disco doble de vinilo.

El trailer definitivo...


Y la película no se guarda absolutamente todo: con la franqueza que los ha caracterizado, los Who hablan sin tapujos de sus excesos, sus culpas, sus miedos, su visión de mundo, su visión sobre la vida en general, sus colisiones antológicas de egos desmedidos… y por supuesto, la música. Esa que el maestro Townshend llevó a niveles nunca aclanzados, ni tampoco comprendidos ni siquiera por sus banmeits. Uno de los puntos más emotivos es la confesión que hace Pete sobre lo importante que fue John Entwhistle en su vida, tanto como amigo, hermano y colaborador. O el ver cómo están llevándose los sobrevivientes, Townshend y Daltrey, que el destino dejó juntos a pesar de ser casi opuestos.

El segundo disco contiene seis cortos que dan forma a otro largometraje llamado Six Quick Ones. Cuatro cortos dedicados a cada integrante (con detalles hasta obsesivos en algunas ocasiones ocasiones), uno general y otro con el regreso de The Who al estudio en 2003 para registrar una canción nueva. Y por si fuera poco, otra sección llamada The Scrapbook, con aún más confesiones: la más sabrosa es la que se manda (era que no) Pete Townshend sobre la génesis de Won’t Get Fooled Again.

Si quieres encontrar material completo en vivo de The Who en Amazing Journey, mejor busca en otro lado, para eso están esas colecciones tanto oficiales como bootleggeras. Acá hay relato, confesiones, historia y testimonios. No sé si está disponible por estos lados, aunque sea para arriendo en alguno de esos milagrosos locales del centro. Pero para eso está internerd, ¿cierto? Para acercarnos verdaderas maravillas como esta.

martes, enero 22, 2008

Oz.


La primera vez que vi Oz por el HBO Olé (de ese entonces, obvio) fue en agosto de 1998, y fue el sexto capítulo de la primera temporada. Una serie como no había visto antes. Claro que después se vendrían las obras maestras de Los Soprano y Six Feet Under, pero aún faltaba tiempo para que eso funcionara, algunos años para ir puliendo el arte de contar historias de manera distinta a como te la cuentan por señal abierta. Y lo que vi en Oz me dejó pa’entro. Al menos en lo que a formato de series en tele se refiere, no había visto tanta crudeza en la pantalla.

Claro, ahora sabemos que es ya normal que los productos de ficción de HBO Entertainment nos sorprendan con tramas complejas, rudeza en el lenguaje usado y lo más crudo que te puedas imaginar tanto en trama como en estética. La gran ventaja del cable, en el fondo, es esa: no restringir el tipo de contenidos en lo que a drama se refiere, ampliando el rayado de cancha a lugares impensados hace tan poco como 15 años. ¿Y qué mejor partida que el contar las historias dentro de una cárcel de máxima seguridad? Oz comenzó lo que quedó cristalizado en la frase “it’s not TV, it’s HBO”, y eso siempre se agradecerá. Oz se atrevió a darle el puntapié inicial a una revolución en la ficción televisada que la sacó del sopor conservador en que se encontraba. ¿O quizás le pongo mucho?

Oz parte su relato en julio de 1997, apunando su foco a la llegada de nuevos internos a la Oswald Maximum Security Penitenciary a la inauguración de un nuevo concepto en prisiones en el bloque 5 del complejo: Emerald City (o Ciudad Esmeralda, como bien y literalmente lo traducían en los subtítulos del HBO), un concepto de “prisión perfecta”, en donde no existe la privacidad y el control es máximo, toda esa aparente privación extrema a cambio de maneras progresistas de reforma, casi como si fuese el futuro. Sin embargo, de a poco se va viendo que un concepto como el de Emerald City sólo puede funcionar en la ficción misma, y no en un retrato de la realidad. Entre medio, Oz va retratando con cierta fidelidad la crudeza y la miseria del sistema penitenciario gringo, sacando a relucir sobretodo la enorme diferencia racial a la hora de las sentencias y el trato en las cáceles gringas. Oz trata de ser una especie de espejo de esa realidad que no se muestra a diario.

El relato de Oz está construido como si fuese una tragedia griega, ocupando la estructura clásica de un narrador que, en su omnipresencia, va guiando a la audiencia en las emociones y las reflexiones a considerar en cada episodio. El narrador en Oz no recurre tanto a metáforas, sino que a una reconstrucción de los mitos y una nueva y fresca perspectiva para tratar temas universales. El narrador, de hecho, es uno de los mismos internos, Augustus Hill (Harold Perrineau, el Michael de Lost), un reo paralítico, ex traficante y ex adicto que cumple una condena perpetua por matar a un policía. Fuera de su desarrollo de personaje, es Hill el que nos va conduciendo y orientando dentro de la dinámica carcelera en la penitenciaría de Oswald. Hill se convierte en la voz de la conciencia en este mundo corrupto, la voz de la decepción y de alguien que mira las cosas desde otro prisma, el de la privación. Hill también nos va presentando a cada nuevo interno en Oz, con su número de prisionero, su delito y su condena. Y hay de todo, señores.

Oz no le teme a ningún tema y los trata con una naturalidad que en un principio choca. Abusos, guerras raciales, drogas por doquier, violaciones, sodomía, conflictos étnicos y religiosos, corrupción política y administrativa, conflictos de visiones entre los mismos funcionarios de la prisión, y un largo etcétera que no vale la pena enumerar si quieren ver la serie. Así como tampoco referirse al universo de personajes que pueblan el universo de la prisión, para eso hay sitios web a los cuales ir, partiendo por el oficial, http://www.hbo.com/oz , donde hay galerías de personajes, defunciones y una completa guía de episodios.

Luego del impacto inicial, Oz pulió su mano en las segunda y tercera temporada, estableciéndose como un antes y un después dentro de la tv de ficción. Sin embargo, la misma riqueza de personajes empezó a conspirar contra la frescura de su universo descarnado. Los dramas cuidadosamente reflejados al comienzo derivaron en dramones así de teleserie. De hecho, el apodo de “teleserie para hombres” que le pusieron a la serie se justificaba plenamente en su segunda mitad. Y, como bien sabemos, una teleserie es sumamente adictiva.

Si la quieren ver (o volver a ver), el cable ya no es opción. Su sexta temporada fue emitida acá a mediados de 2003 y no la han vuelto a dar desde entonces. Sin embargo, gracias a eso que conocemos como DVD, podemos tener acceso a la serie completa, sus seis temporadas, en una veintena de discos. Y también, gracias a san internerd, podemos bajarlas por torrent y encontrar los subtítulos. Elija el método que más le convenga para introducirse en el universo de Oz.

domingo, enero 13, 2008

"Love And Theft"


Se suponía que “Love And Theft” del troesma Dylan, con su lanzamiento fichado para el martes 11 de septiembre de 2001, consagraría el wen momento del supuesto “revitalizamiento” de su carrera, tras el múltiple ganador que fue el Time Out Of Mind. Pero los hechos ocurridos ese día dejaron todo lo relacionado a la normalidad relegado. Era que no. Incluso el troesma dedicó algunas palabras para lo ocurrido. Su frágil semblante, en ese entonces con 60 años recién cumplidos y n prominente bigote fino, todo en blanco y negro, bastaban para la portada de este “Love And Theft”, un disco que toma una notoria distancia de su exitoso predecesor: a pesar de pertenecer a una trilogía perfecta, este se sale de su tiempo y espacio.

A simple vista, pareciera que mantiene el espíritu de ese gran Time Out Of Mind, pero Dylan acá deja un poco de lado el tono atmosférico que inundaba el anterior para adentrarse en el origen de todo. En las raíces de todo lo que nosotros escuchamos, casi como si el mantener vivas las raíces fuese una misión de toda la vida. El ser un folclorista rescatista, tal como lo fue en vida su ídolo Woody Guthrie, Dylan pareciera sentirlo más que nunca ahora en la vejez. Y se le ve cómodo, con una banda que lo acompaña unas trescientas veces al año tocando por el mundo en una Neverending Tour (la misma que, y mejor que mantenga los dedos cruzados, lo traería de vuelta a nuestro país en marzo de este año), la mejor que ha tenido según él mismo. Al menos, la más sólida y fiel a sus andanzas por el mundo. En los shows, la banda suena como si llevara toda una vida con el trovador americano. Y para esta ocasión, el troesma se envuelve en el ragtime, el rockabilly, el rocanrol más viejo, el vaudeville, el ragtime, el country, el blues eléctrico tipo Chicago, la música de los años 20 y 30... en fin, las raíces de todo, pasadas por un prisma de siglo XXI que nadie más que él puede canalizar.

Promo para "Love And Theft"...


Las 12 canciones que conforman este Love And Theft hablan por sí solas, partiendo por esa delirante e hipnótica Tweedle Dee & Tweedle Dum, la que sirvió para musicalizar ese breve pero magnífico promo de un poco más de 30 segundos para el disco, donde vemos a Dylan jugando al póker con luminarias del juego y mirando desafiante a su competencia. Después, una vieja conocida para los fanáticos acérrimos, pero inédita en un disco, Mississippi, en clave estándar de Do y una letra confesional de alguien que recorre y recorre con el corazón roto este mundo olvidado de Dios. La melancolía da paso a una subida de tempo en Summer Days, el primer single con el que conocimos este disco, un tema festivo en donde Dylan quiere irse a donde estén pasando cosas, no quedarse en la monotonía. La siguiente es Bye And Bye, que recuerda a la clásica Blue Moon, aunque seamos sinceros: las canciones vienen de un mismo lado, y da lo mismo si se parecen.

En Lonesome Day Blues, el troesma comanda con fuerza a una banda sólida que afirma el blues a su antojo, con la misma furia que en el Highway 61. Los violines y las cuerdas traen otra atmósfera para la vibrante y calma Floater (Too Much To Ask), grabadas tal como si estuviésemos en los 400 o 50, con grandes bandas de crooners tipo Frank Sinatra o Dean Martin, mencionando una montonera de personajes y situaciones. En High Water (For Charlie Patton), el troesma le rinde homenaje al icono del country blues del Delta, el gran Charlie Patton, metiendo elementos campestres como banjos y acordeones, y manteniendo una naturaleza eminentemente acústica. Las aguas se calman con la dulcesísima Moonlight y sus aún más dulces versos que, aún tratando con la desventura del desamor, mantienen un tono de melancolía que te conmueven cada vez que la escuchas.

Lo que sigue es dinamita pura, un caladísimo Honest With Me, en la que el troesma desafía a la persona destinataria de los dardos, es raro ver una letra que demande más que ruegue, y Dylan lo logra con una soltura que no tiene nadie más, afirmado de una base sólida y dura en guitarras y electricidad de la más primitiva. Después, una historia casi sacada de comienzos del siglo pasado, en Po’ Boy, la primera canción de este disco que pude escuchar (recuerdo que estaba puesta en su sitio web y la pude bajar, rayé un montón con ella en esos días), un relato de desdicha familiar y de consuelo en el beso de ella, la musa inspiradora.

Cry A While en los Grammys 2002...


El shuffle invade los parlantes con la poderosa Cry A While, que el troesma interpretó en los Grammys del 2002, en un escenario minimalista y lleno de sombras, casi como proyectando su espíritu en esas telas tipo paredes. Para cerrar, una dulzura atemporal como es Sugar Baby, donde la presencia de esa sólida y jugada banda que acompaña a Dylan se hace apenas notar, casi susurrando frente a la imponente y a la vez sutil presencia del troesma, creando una bella atmósfera a un disco que se sale de su tiempo y que nos lleva a lugares que siempre han estado ahí, pero que no sabemos cómo alcanzar. Y Dylan nos muestra cómo hacerlo.

viernes, enero 04, 2008

Sobre autopistas al infierno, escaleras al cielo y comunicar-se.


Puta que ha hecho calor acá en Santiago. Y eso que a mí me encanta mi ciudad natal, donde primero abrí mis ojos, donde me crié y donde he desarrollado mis habilidades y mis no-habildades. Pero donde peor se pasa es en verano acá. Maldita cuenca encerrada, sin aire casi, entre cerros que ni siquiera podemos apreciar por el puto smog al que contribuimos todos incluso con el humo del cigarro que aspiramos. Pero se hace tolerable en la sombra, esa sombra de copa de árbol que de repente se puede encontrar perdida por ahí.

No creo que añore el invierno, no señor. Por ahora, no podría citar al viejo y querido Neil Young y su gran y emotiva Winterlong, que estoy escuchando ahora. Esa versión en vivo del Filmore East, junto con los Crazy Horse, es sencillamente conmovedora, cruda, intensa y llena de alma. ¿Qué mierda importa que se desafinen, cuando lo que transmiten es verdad pura’ Estos puristas de repente pierden el norte de todo. El mismo norte que uno pierde entrando por el dulce camino de la carretera de la decadencia, esa dulce carretera del descuido y del desparpajo. Por cierto, hay que vivirlo.

I've waited for you, winterlong...


Pero el organismo a veces lo frena a uno, casi como si tuviese diecisiete. Cuando, según la Janis Ian, se aprende la verdad de que el amor estaba hecho para las minas ricas populares, las porristas, y no para el resto, que carecían de gracia social y que inventaban amantes al teléfono que les dijesen “ven, baila conmigo”, así le parecían los diecisiete a ella. Claro que ella es gringa, y ellos tienen ese rollo más cuático, al parecer. Acá lo que nos mata es esto de los colegios de un mismo genre o género. Lo típico que se ve acá: el colegio de hombres o de mujeres. Es LO PEOR del mundo, no se aprende a compartir con el sexo opuesto y genera trancas brígidas en la vida post-adolescente, cuando se entra al mundo real, donde hombres y mujeres comparten todo el rato como personas normales. Y los que salimos de colegio e hombres (en nuestro caso), tenemos ataos pa sociabilizar con las mujeres recién salidos del colegio.

At Seventeen...


Y pensar que Pete Townshend hizo más de una canción sobre el tema. Él sí que sabía de esto. Sabía de tener todas las de perder con las minas. Según cuenta en una anécdota, en aquellos primeros días en que se juntaban con John Entwhistle y Roger Daltrey para compartir de música, una hermosa chica se le acercó. Según él, la chica más bella que haya visto en su vida. Y se le acercaba a hablarle directamente. “Oye, ¿te juntas con Roger, cierto?”, le pregunta mientras él la contempla embelesado, pero muy tímido como para responderle con seguridad; apenas un gesto con la cabeza haciéndole saber que la respuesta es sí. “Dile que ya esto es mucho y que escoja: o la banda o yo!!”, le responde esta chica, se da media vuelta y se va. A Pete le daba rabia la actitud displicente de Roger. “Si yo hubiese estado en su lugar, hubiese mandado a la chucha a la banda por esa chica”, dijo pa concluir el relato.

I Can't Explain...


El que siempre componía feliz era James Paul, el Sir McCartney. Paul siempre le ha escrito al amor de una manera casi inocente al principio, feliz y consagrado después, y maduro entrando a la tercera edad. Está bien, de repente puede caer con más frecuencia que la deseada en la melosidad paupérrima, en las Silla Love Songs de las que él mismo se rió a tiempo. Pero le creo a McCartney, y para que se le pueda creer a alguien tiene que haber verdad en lo que diga. Y Paul es de los pocos bienintencionados que van quedando. Que mal que el año pasado haya salido más en tabloides indecentes que en publicaciones de música, pero no es tan su culpa, sólo algo que le tocó. Ojalá retome el wen camino, eso sí. El Memory Almost Full es muy mediocre, demasiado mediocre pa Sir Paul.

Dance Tonight...


El Cold Turkey es una mierda. Lo estoy viviendo en carne propia. Me propuse un re-ordenamiento para este año y me lo he tomado muy pero muy en serio. Adiós a la decadencia prematura que estaba luciendo ahora último. Tanta juerga, tanto cóctel, tanta weaita junta, tanto beber gratis, tanto consumir, tanto desorden, tanto antojo… todo eso al final pasa la cuenta de la peor manera. Mejor prevenir eso. ¿O mejor entregarse a los placeres de la carretera al infierno? Se pasa bien, eso lo sé. Y lo dan por firmado muchísimos antes que yo. Respeto a Bukowski por eso. Vean Leaving Las Vegas, ahí el dolor y la muerte cobran otro sentido. No sé, esa carretera al infierno de repente se ve dulce.

Escalera al cielo, autopista al infierno. ¿Led Zeppelín o Ac/Dc? Ambos son indispensables. Ambos son la raja. Ambos han sido parte de la formación. Ambos han caído en excesos. Unos volvieron casi en un suspiro, y los otros nunca se han ido, aunque parezca otra cosa. “Dicen que el rock ha muerto, larga vida al rock”, cantaba Pete en el umbral de la perdición. Los Doobie Brothers nos dicen que escuchemos la música; a veces se nos olvida hacer algo tan sencillo como eso. Y Derek And The Dominos emocionan con ese épico Layla, la que hace sufrir. Y sigue y sigue.