domingo, enero 13, 2008
"Love And Theft"
Se suponía que “Love And Theft” del troesma Dylan, con su lanzamiento fichado para el martes 11 de septiembre de 2001, consagraría el wen momento del supuesto “revitalizamiento” de su carrera, tras el múltiple ganador que fue el Time Out Of Mind. Pero los hechos ocurridos ese día dejaron todo lo relacionado a la normalidad relegado. Era que no. Incluso el troesma dedicó algunas palabras para lo ocurrido. Su frágil semblante, en ese entonces con 60 años recién cumplidos y n prominente bigote fino, todo en blanco y negro, bastaban para la portada de este “Love And Theft”, un disco que toma una notoria distancia de su exitoso predecesor: a pesar de pertenecer a una trilogía perfecta, este se sale de su tiempo y espacio.
A simple vista, pareciera que mantiene el espíritu de ese gran Time Out Of Mind, pero Dylan acá deja un poco de lado el tono atmosférico que inundaba el anterior para adentrarse en el origen de todo. En las raíces de todo lo que nosotros escuchamos, casi como si el mantener vivas las raíces fuese una misión de toda la vida. El ser un folclorista rescatista, tal como lo fue en vida su ídolo Woody Guthrie, Dylan pareciera sentirlo más que nunca ahora en la vejez. Y se le ve cómodo, con una banda que lo acompaña unas trescientas veces al año tocando por el mundo en una Neverending Tour (la misma que, y mejor que mantenga los dedos cruzados, lo traería de vuelta a nuestro país en marzo de este año), la mejor que ha tenido según él mismo. Al menos, la más sólida y fiel a sus andanzas por el mundo. En los shows, la banda suena como si llevara toda una vida con el trovador americano. Y para esta ocasión, el troesma se envuelve en el ragtime, el rockabilly, el rocanrol más viejo, el vaudeville, el ragtime, el country, el blues eléctrico tipo Chicago, la música de los años 20 y 30... en fin, las raíces de todo, pasadas por un prisma de siglo XXI que nadie más que él puede canalizar.
Promo para "Love And Theft"...
Las 12 canciones que conforman este Love And Theft hablan por sí solas, partiendo por esa delirante e hipnótica Tweedle Dee & Tweedle Dum, la que sirvió para musicalizar ese breve pero magnífico promo de un poco más de 30 segundos para el disco, donde vemos a Dylan jugando al póker con luminarias del juego y mirando desafiante a su competencia. Después, una vieja conocida para los fanáticos acérrimos, pero inédita en un disco, Mississippi, en clave estándar de Do y una letra confesional de alguien que recorre y recorre con el corazón roto este mundo olvidado de Dios. La melancolía da paso a una subida de tempo en Summer Days, el primer single con el que conocimos este disco, un tema festivo en donde Dylan quiere irse a donde estén pasando cosas, no quedarse en la monotonía. La siguiente es Bye And Bye, que recuerda a la clásica Blue Moon, aunque seamos sinceros: las canciones vienen de un mismo lado, y da lo mismo si se parecen.
En Lonesome Day Blues, el troesma comanda con fuerza a una banda sólida que afirma el blues a su antojo, con la misma furia que en el Highway 61. Los violines y las cuerdas traen otra atmósfera para la vibrante y calma Floater (Too Much To Ask), grabadas tal como si estuviésemos en los 400 o 50, con grandes bandas de crooners tipo Frank Sinatra o Dean Martin, mencionando una montonera de personajes y situaciones. En High Water (For Charlie Patton), el troesma le rinde homenaje al icono del country blues del Delta, el gran Charlie Patton, metiendo elementos campestres como banjos y acordeones, y manteniendo una naturaleza eminentemente acústica. Las aguas se calman con la dulcesísima Moonlight y sus aún más dulces versos que, aún tratando con la desventura del desamor, mantienen un tono de melancolía que te conmueven cada vez que la escuchas.
Lo que sigue es dinamita pura, un caladísimo Honest With Me, en la que el troesma desafía a la persona destinataria de los dardos, es raro ver una letra que demande más que ruegue, y Dylan lo logra con una soltura que no tiene nadie más, afirmado de una base sólida y dura en guitarras y electricidad de la más primitiva. Después, una historia casi sacada de comienzos del siglo pasado, en Po’ Boy, la primera canción de este disco que pude escuchar (recuerdo que estaba puesta en su sitio web y la pude bajar, rayé un montón con ella en esos días), un relato de desdicha familiar y de consuelo en el beso de ella, la musa inspiradora.
Cry A While en los Grammys 2002...
El shuffle invade los parlantes con la poderosa Cry A While, que el troesma interpretó en los Grammys del 2002, en un escenario minimalista y lleno de sombras, casi como proyectando su espíritu en esas telas tipo paredes. Para cerrar, una dulzura atemporal como es Sugar Baby, donde la presencia de esa sólida y jugada banda que acompaña a Dylan se hace apenas notar, casi susurrando frente a la imponente y a la vez sutil presencia del troesma, creando una bella atmósfera a un disco que se sale de su tiempo y que nos lleva a lugares que siempre han estado ahí, pero que no sabemos cómo alcanzar. Y Dylan nos muestra cómo hacerlo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Hello.. ¿cómo van esas vacaciones?
Publicar un comentario