domingo, noviembre 18, 2007

Sobre Tarantino, apasionados y eternos adolescentes.


¿Han cachado la ya clásica imagen (que puede ser cliché si se quiere, pero no lo es) del típico pendejo freak, de gustos y costumbres freak, que durante sus años de adolescencia pasó muchas, muchísimas horas dedicado a sus gustos, a sus aficiones, a su pasión? Más que ser un nerd o un perno, esta gente es entusiasta por naturaleza y desarrolla su pasión d manera casi enfermiza. Al menos, para la percepción “normal”.

¿Qué es lo normal? ¿Que de adolescentes se deba carretear en fiestas escolares? ¿Agarrarse minas? ¿Vanagloriarse de tus fantasías que ni siquiera son realidad? ¿Cumplir con todos los “deber ser”? ¿Ser popular en el colegio? ¿Qué te considere tu entorno social al cual no perteneces del alma? Todas esas frivolidades que ocurren en ese lapso de tiempo en que adolecemos de muchas cosas y en el que vamos formando la personalidad. Una adolescencia que, a veces, sencillamente no se vive bajo los cánones comunes y socialmente aceptaos, sino que se experimenta tarde, y luego de haber pasado el umbral del éxito, del momento en que todas tus ambiciones, obsesiones, fanatismos y demases te empiezan a dar el pan de cada día. Y te inscriben en los libros de la historia mundial. Como le pasó al tipo que ven retratado en la imagen, Quentin Tarantino.

Para nadie es un misterio el ascenso en público de la figura del gran realizador de los últimos 20 años. Y su principal gracia es el no calzar con el prototipo de cineasta intelectualoide, conceptual y complejamente enredado. No es que esté criticando ese perfil, por cierto. Sólo quiero acotar el hecho de que Tarantino venga de un lado completamente distinto, si no de las fuentes, sí de la dedicación y la fascinación por ellas. Para un tipo que pasó toda su infancia y parte de su adolescencia sin hacer amigos en el colegio y que se dedicaba a jugar con sus monos de GI Joe e inventarles diálogos con palabrotas, ver televisión casi todo el día o ir al cine, es ahora cuando Tarantino disfruta como cabro chico de aquellas cosas que nos importan tanto teniendo 15 años. Y todo hecho bajo el prisma de la pasión desmedida. Si Tarantino, ya de cabro chico, sabía que podrían venir cosas grandes en el futuro. Los típicos sueños que uno tiene.

Para Tarantino, la televisión fue determinante para su visión del mundo, siendo niño durante la primera mitad de los 70. Según ha contado el propio director, la guerra de Vietnam y el caso Watergate supusieron un golpe doble que destruyó la fe de los norteamericanos en su propio país. Los mejores relatos de antihéroes y “perdedores” son de esa época post crisis de Watergate. Taxi Driver, obviamente, una de las mejores y una de las influencias en la mente del niño Tarantino, junto a las pesimistas epopeyas de zombies de George Romero, o la considerable cantidad de películas sobre Vietnam que se filmaban una vez terminada la guerra. A la mezcla, obviamente, hay que agregarle mucho Godard.

Un perfil de Robert De Niro, por el fan Tarantino...


Tarantino era tan apartado de lo socialmente normal que ni siquiera terminó el colegio, y no por falta de capacidades, sino porque sentía que no le entregaba nada más. No salía a carretes adolescentes, no tenía amigos ni vida social ahí y era lo que en todas partes se conoce como un weon raro. Y como todo weon seco, dejó el colegio para ponerse a trabajar y encontrar su destino. Y se inscribió en actuación para sacar a ese performer histriónico que siempre llevó dentro.

Sin embargo, al revelación vendría en uno de los puestos más freak de todos: atendiendo un videoclub llamado Video Archives. Y aquí Tarantino sencillamente pulió todo aquello que fue fomentando desde pendejo: el gusto desquiciado por el cine y las películas. Tarantino era de esos tipos que organizaba ciclos de películas en el videoclub, junto a su socio y consejero espiritual Roger Avery. Si él te atendía en el videoclub, era capaz de recomendarte películas y guiarte en una larga carretera de films que podían cambiar tu vida o, al menos, podían hacerte pasar un wenísimo rato. Su única preocupación era el cine, le interesaba absolutamente TODO el cine. De ello, dio cuenta el realizador español Álex De La Iglesia en una entrevista: en una cena que compartieron, Tarantino le preguntó a De La Iglesia si acaso sabía donde conseguir la copia en 35 mm de una película de Sevilla de 1973, película que De La Iglesia ni siquiera sabía que existía. Así de brigido. Al segundo plato, el director español se quería ir, ya que no aguantaba más la conversa de puro cine de un, según él, desquiciado personaje. “Quieres conocer a la persona, y descubres que la persona es sólo cine”.

De La Iglesia sobre Tarantino...


¿Desquiciado? ¿Zafado? ¿Freak? Son formas de verlo. Pero lo de Tarantino va mucho más allá de eso. Para gente como él, la pasión por lo que aman es lo que las lleva adelante. El entusiasmo los conduce en cada paso que dan y se les nota. Hablarán aceleradísimos y serán un torrente explosivo de verborrea, pero se les nota en la cara que loe sán disfrutando. Que siguen siendoc abros chicos en ese sentido, que no pierden la capacidad de asombro ante nada y que siempre habrá algo que esperar de ellos.

Del videoclub al tras la cámara. De ver películas a hacerlas. Así podríamos estar pensando en un montón de casos en que un fan, de ser un espectador como tantos otros, a estar al otro lado de la calle. A subirse al escenario. A sentarse en la silla de director. A contar historias.

Y ustedes, ¿conocen más casos de gente así de apasionada por lo que hacen? Parece que son pocos en este mundo cargado a la mediocridad, el intelecto mal entendido y la conformidad de la derrota. Pero de seguro existen más tipos como Tarantino por ahí.

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1 comentario:

noesmasqueblabla dijo...

Hay que aceptar que hoy por hoy lo normal es ser pokemón ponceador...

Yo soy anormal. Lais no ponceadora.